Roberto
Baschetti

Amado, Ana María

Santiagueña de origen (abuelos paternos sirios, maternos italianos; madre maestra; ella también lo será luego), nacida en 1946, se mudó a Buenos Aires a los 27 años: pero nunca perdió su tonada provinciana. Allá en Santiago hasta tuvo tiempo para hacer una tesis sobre el cura guerrillero Camilo Torres. Aquí, rápidamente se adaptó a un mundo de librerías, cines de barrio, discusiones políticas y noches interminables. Le interesaba el periodismo y ya en su terruño natal había pasado noticias en la TV local. En Buenos Aires también lo hizo por un tiempo en Canal 7. Y hay una foto de 1972 en la que conduce, junto a César Mascetti, el noticiero de Telenoche. “Por un lado militaba en Montoneros y, por otro, era la chica bonita de las noticias detrás del escritorio”, expresó alguna vez su hija Liza. Y era así nomás, porque Amado, vinculada a la Asociación de Periodistas de Buenos Aires (APBA), formaría parte del Bloque Peronista de Prensa que adhería, era parte, de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), frente de masas que conducía Montoneros. Cabe acotar que según los servicios de inteligencia vernáculos ella recibió instrucción militar en Cuba en 1969. A Nicolás Casullo lo conoció en 1974. A los pocos meses se casaron para luego partir al exilio. Se afincaron en México donde nacieron sus hijas Mariana y Liza. Dieron cursos, trabajaron en la Universidad Autónoma de México (UNAM), escribieron –fue parte del consejo editorial de la revista Comunicación Cultura-, repudiaron y denunciaron a la Junta Militar que gobernaba nuestra patria. No olvidaron sus orígenes y pertenencias: en el país azteca con Casullo realizaron el documental “Montoneros, crónica de una guerra de liberación” (1976. 117 minutos en blanco y negro); “por si las moscas” en los créditos aparecieron con los nombres ficcionados de Cristina Benítez y Hernán Castillo. Volvieron en 1983. Allá en México, Ana María Amado había terminado de precisar el campo de su interés: el cruce entre cine y acciones políticas. Su casa del barrio de Almagro se convirtió en en un centro y polo de atracción para volver a pensar y desarrollar temas pospuestos a raíz de la dictadura. Fue titular de la Cátedra de Análisis de Películas y Crítica Cinematográfica de la Carrera de Artes, donde también fue directora de la Carrera durante dos períodos. También tuvo tiempo para ser una de las fundadoras del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires (UBA); en tal sentido, por ejemplo, integró la comitiva nacional para la III Conferencia Mundial de la Mujer a desarrollarse en Nairobi-Kenia. Y en agosto de 1986, Ana escribió un informe especial titulado “Aborto” para una revista de tirada masiva (“Vivir”). En 1987 se creó la Subsecretaría Nacional de la Mujer y Ana María fue parte de su Consejo de Asesoras. Así mismo participó del Primer Encuentro Nacional de Mujeres en Argentina. Los tiempos fueron cambiando, pero ella permaneció fiel a muchas banderas de su juventud a las que agregó otras igual de meritorias: fiel al kirchnerismo, seguió fascinada por Godard, el peronismo de izquierda, los teóricos europeos, Resnais, Antonioni, el documentalismo. Escribio en varios suplementos literarios de medios gráficos y escribió tres libros, entre ellos: “La imagen justa. Cine argentino y política 1980-2007” donde se hace lugar para detenerse en el estudio de la “Carta a Vicky” escrita por Rodolfo Walsh. Y fue, además, coautora con Susana Checa del texto: “Participación sindical femenina en el Sindicato Gráfico” (1999). Falleció el 8 de noviembre de 2016 en Buenos Aires rodeada de sus seres queridos.