Roberto
Baschetti

Sáenz, Ricardo Pedro

Nacido el 11 de mayo de 1950 en General Villegas, provincia de Buenos Aires. En 1968 arribó a Buenos Aires capital para estudiar Contabilidad en la universidad. “El Topo” Sáenz, era un militante peronista y montonero, que fue secuestrado el 6 de diciembre de 1978 y visto con vida en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) antes de su “traslado” definitivo. Su suegra, Ana Catalina Dulon, murió en la tortura, en el mismo lugar, como así también el primo de su mujer, Alberto Eliseo Donadío (ver su registro). Su hijo, Martín Ricardo al cumplirse 10 años de su desaparición forzada, en 1988, le escribió, extractando el breve texto de un libro de Rodolfo Walsh: “Preso en un barco, preso en Caseros, preso en Esquel, perseguido siempre, derrotado nunca”. Con posterioridad salió una nota sobre “El Topo” en el matutino porteño “Tiempo Argentino” (6-12-2013) escrita por su sobrina Cecilia Toledo donde cuenta algo que habla bien de los principios de su tío: En General Villegas “nunca se supo que él junto a otros compañeros terminó con ‘Kabuki’, el puterío del pueblo. ¡Es de no creer! Los tipos que van, son los dueños de las estancias de acá afuera. Los mismos que le regatean plata a los empleados, pero se deliran esa guita en alcohol y putas, decía siempre (por lo que) a bordo de un Dogde Polara cargado con bidones de nafta partió hacia ‘Kabuki’. Él y sus compañeros rociaron la casona con combustible y seguros de que adentro no hubiera nadie –era fin de año- dieron mecha a la hazaña”. Y sigue contando Cecilia Toledo: “Acostumbrado a los cambios profundos, ‘El Topo’, estudiante de contabilidad, hijo de una ‘familia bien’ y con un futuro económicamente estable, se proletarizó. Alejado de los libros, las aulas y la teoría contable –esa que enseñaba a evadir al Estado, como siempre se quejaba- comenzó a trabajar en una fábrica de zapatos. El momento histórico que vivía impulsó a ese hombre de lentes con marco grueso, más parecido a un intelectual que a un peón rural, a transitar en primera persona la experiencia obrera. Y ordenó a Ana y El Ruso, a quienes tenía a su cargo dentro de la organización, a que hicieran lo mismo, que buscaran trabajo en una fábrica”. A modo de corolario de esta sucinta reseña, “El Topo” Sáenz sabía mejor que nadie de sus orgullos que disfrazaba de pesares: “Tengo los dos peores defectos del planeta. Soy bostero y peronista”.