35 años. En la madrugada del 21 de agosto de 1975 un grupo militar rompió la puerta de su casa en Santa Lucía, departamento Monteros, provincia de Tucumán. Se lo llevaron. Soria era peronista y montonero. Trabajaba como electricista en la Municipalidad de Monteros. El 11 de septiembre del mismo año el cuerpo sin vida del secuestrado fue encontrado en el Parque Independencia de la capital tucumana. Tenía más de 30 tiros y estaba atado a un banco de la plaza y tapado con diarios. El médico oficial forense, Carlos Raúl Richo, le dijo a la viuda que “Fernando tenía balas hasta en la boca y tenía hematomas de picana en los ojos y en todo el cuerpo”. En el velorio la mayoría de las personas que concurrieron no eran ni amigos ni familiares del muerto; eran servicios en busca de nuevos militantes. La esposa de Soria, Elvira Rosa Roldán, de profesión enfermera, fue secuestrada en 1977 con su hijito Flavio que tenía un año de vida y que era nombrado por los secuestradores como “el paquetito”. Estos infames la torturaron y la amenazaron con asesinar a su pequeño hijo y “hacerle comer sus partes”. Cuando la largaron y producto de la constante aplicación de picana eléctrica, tiene actualmente los dedos del pie quemados.