“La Chancha”. Nacido en la ciudad de La Plata el 12 de septiembre de 1955, tenía al momento de su detención 22 años. Estudiante del Profesorado de Historia en la universidad platense. Activista de la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Trabajador metalúrgico. Militante montonero. Secuestrado-desaparecido junto a su compañera Inés Beatriz Ortega (ver su registro) en la localidad de Quilmes, provincia de Buenos Aires, el 21 de enero de 1977. Una acción lo pinta de cuerpo entero y habla de su nobleza: El día que cae, estaba en un bar de Quilmes esperando a otros compañeros junto a su mujer Inés, grávida de 7 meses. Irrumpe la patota para secuestrarlos. Él corre para un lado intentando que lo persigan para distraer la atención, en tanto su mujer se va para el otro lado. Lo persiguen y a pesar de no ser alcanzado, frenó y regresó al lugar al ver que atrapaban a su esposa y la metían en un auto. Sabía perfectamente las consecuencias que eso tendría y de todas formas eligió volver para estar junto a su esposa y a su hijo Leonardo en gestación, el que luego fue parido en la cocina de una comisaria, que era un sitio clandestino de detención (CCD); la Comisaría 5ta que hoy es un Centro Provincial de la Memoria. Falta decir, qué en el año 2007, en un acto del Colegio Nacional de La Plata, pusieron una placa con su nombre a una de las aulas donde cursó. Y además, el viernes 25 de noviembre de 2016 a las 14 horas en la intersección de las calles Andrés Baranda e Islas Malvinas de Quilmes Oeste, provincia de Buenos Aires (preciso lugar donde fue secuestrado-desaparecido), los alumnos de la Escuela Secundaria Básica (ESB) Nº 49 -en el marco del programa “Jóvenes y Memoria”- colocaron una baldosa en su memoria. Fue deportista, jugador de rugby en su adolescencia en el Club Universitario de La Plata. Juan Nápoli ex jugador de la misma institución, lo recuerda así: “Yo era petiso y gordito. ¡Pilar! Gritó el entrenador con solo verme por primera vez. Tenía que empujar. Tenía que agarrarme fuerte y empujar. Por suerte empujaba abrazado a la ‘Chancha” Fosatti, al que le gustaba escupir, de ahí el apodo. Era grande, fuerte y estaba siempre alegre. Tenía tantas ganas de vivir y tanta energía, que era capaz de ir a bailar el sábado y salir directamente del baile para el partido, el domingo a la mañana. Dormía una hora en el colectivo y con eso le alcanzaba (…) Provocaba, le gustaba provocar. Pero sostenía la mirada. Y estaba dispuesto a todo. Y defendía siempre a sus compañeros. Yo me sentía seguro a su lado. Protegido. Y podíamos empujar, porque ‘La Chancha’ nunca te soltaba. Y el scrum avanzaba. Pero un día ‘La Chancha’ no vino. Y no volvió. Desapareció”.