En la madrugada del 13 de noviembre de 1957, murió en la cárcel de Encausados de Santiago del Estero, Francisco Javier González. Fue un militante gremial peronista que fue llevado por la voluntad de sus conciudadanos a la primera magistratura provinciana. Luego del derrocamiento del presidente Perón en 1955 por la fuerza de las armas, González fue detenido por resolución de la Comisión Provincial Investigadora y puesto a disposición de la “justicia”. El ciclo revanchista se cumplió muy pronto no sólo con la cárcel injusta, sino también, con el agravante del trato de preso común que se le dio. Señalada por los médicos la necesidad de que fuera internado para tratar la afección cardíaca que lo afectaba, la gestión burocrática demoró la autorización necesaria. El médico suministrado por las autoridades sólo llegó a tiempo para certificar la muerte del ex mandatario. Diez mil personas, la mayor parte de ellas de condición humilde, efectuaron un largo desfile ante la capilla ardiente como homenaje al compañero fallecido y en tácito repudio a los “libertadores”.