González Gentile, Juan Carlos

“Gordo”. “Gallego”. “Ignacio”. “Eduardo”. Nacido el 20 de agosto de 1946 en La Plata, provincia de Buenos Aires; (otro registro lo da como nacido el 3 de enero de 1945 en Bahía Blanca). Casado. Tres hijos (Javier, Griselda, Soledad). Bachiller. Dos años de Medicina. Empezó su militancia en la Facultad de Humanidades de La Plata (Estudiando Historia, entre 1968 o 1969), Con anterioridad, vicepresidente de la Juventud de la Acción Católica de la Arquidiócesis de La Plata entre 1962 y 1963. En 1965 entró a trabajar como empleado público en el ministerio de Acción Social de la provincia. Su militancia comenzó en 1971 en la FAEP (Frente de Agrupaciones Eva Perón) y luego se sumó a la FURN, (Federación Universitaria de la Revolución Nacional); un embrión de la Juventud Universitaria Peronista (JUP). González Gentile, al profundizar su compromiso político se integró a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y con la integración, el 12 de octubre de 1973, pasa a ser un flamante cuadro montonero. Si se mira para atrás, estuvo en todas las grandes movilizaciones de los ’70: el primer acto masivo de la campaña “Luche y Vuelve” que se realizó en la cancha de Cambaceres, en Ensenada, donde se apiñaron más de 5 mil personas; la larga y accidentada marcha sobre Ezeiza el 17 de noviembre de 1972 para ir a recibir a Perón; la asunción de Cámpora en mayo del 1973, cuando “el sol del 25 viene asomando” y también en la discusión con Perón en la Plaza de Mayo el 1° de mayo de 1974. González Gentile era un organizador: cuando se crea el Partido (Peronista) Auténtico, él fue el apoderado en la provincia de Buenos Aires. Lo trasladan a Santa Fe en octubre de 1976 debido a la ferocidad de la represión desatada en La Plata. Es parte de la conducción de Montoneros en esa provincia, donde se lo conoce como “Eduardo”. El sábado 12 de febrero de 1977 el “Gallego” fue a cubrir una cita, sabiendo que la muerte rondaba cualquier esquina y su propia figura, pero al menos, que si eso ocurriera que fuera lejos de la vista de su compañera y sus hijos Javier, Griselda y Soledad. Cuando caminaba por la calle Belgrano, desconfió de unos linyeras que resultaron ser miembros de un grupo de tareas que lo estaban esperando. No sé, si alcanzó a defenderse o no; cayó bajo el fuego cruzado, de rodillas, inmóvil. Sus restos fueron recuperados por el Equipo Argentino de Antropología Forense e inhumados por sus familiares en La Plata, el viernes 31 de marzo de 2000, con una frase: “El bosque hace un árbol” y una larga estrofa: “Ellos creen que has muerto porque te han matado / Ellos creen que se pueden quebrar de un hachazo los bosques / Ellos puede que hasta crean que estamos aquí para llorar tu muerte / Porque ellos lo que ignoran, en realidad, es que te han multiplicado / que estás mirando por todos nuestros ojos / hablando por nuestras bocas / abrazando con todos nuestros brazos / caminando con todos nuestros pasos”. En 2010, en un obituario de “Página 12” se hicieron presentes sus compañeros de militancia: “¡Aquí estamos compañero! En la ciudad de tu lucha por una Patria Justa, Libre y Soberana. La que tuvo el orgullo de llamarse como Evita, la de las diagonales y los tilos de tus sueños, la de una ‘juventud maravillosa’ que la engalanaba pintado sus “P” y sus “V”. Y aquí estás con nosotros ‘Gallego, como siempre, caminando las anchas veredas del pueblo”.