Roberto
Baschetti

Vargas, Jorge Enrique

“Nicolás”. Álvarez era el apellido de su madre y para su profesión usaba los dos. Cabello oscuro ondulado. De mediana a baja estatura, de allí que otro de sus sobrenombres era “Varguitas”. Alicia Morales lo define como un hombre muy comprometido, agradable, un gran compañero y con una muy buena formación: “yo en el poco tiempo que lo conocí aprendí de política lo que nunca había aprendido; con él se podía hablar de mil temas, manejaba la historia, la política, de cabo a rabo”. Jorge Enrique era oriundo de la provincia de San Juan, donde nació un 20 de enero de 1943. Abogado. Ya había sufrido un intento de secuestro en octubre de 1971 que logró eludir (Ver revista “Panorama” Nº 237 del 9-11-71). Pero el día 28 del mismo mes y año fue detenido en San Juan y trasladado a distintas cárceles de máxima seguridad hasta el 25 de mayo de 1973, cuando Héctor J. Cámpora y un pueblo en ofensiva otorgó la amnistía a los presos políticos. Miembro de la conducción de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en su provincia natal hasta la fusión. Jefe Montonero en la Regional Cuyo. Finalmente, 33 años al ser secuestrado. Los hechos ocurrieron de este modo: El matrimonio Galamba-Morales (ambos militantes de JUP) y sus dos hijos, vivían en una casa de la calle Rodríguez 78 en Mendoza y poco tiempo atrás habían recibido el pedido de alojamiento de un compañero de militancia, Jorge Vargas (Montonero) quien también llegó con su pareja, María Luisa Sánchez Sarmiento y las hijas de ambos: Josefina de 5 años y Soledad de un año y medio. Al mediodía del 12 de junio de 1976, Vargas salió y no regreso. Esa misma noche cuando los tres adultos terminaron de cenar, Galamba se retiró en el auto a comprar comida por si volvía Vargas. Al rato allanan la casa violentamente tipos de civil, algunos con pasamontañas, rompiendo puertas y ventanas. Las dos mujeres y todas las criaturas fueron llevadas al D2 (Inteligencia Policial) y alojadas en una oficina desocupada. La hija de 5 años de Jorge y María Luisa se pone nerviosa y empieza a golpear y patear la puerta. Entonces viene un tipo y dijo que se la llevaba a comprar galletitas. Cuando vuelve, ella dice que la habían llevado a la Terminal para que reconociera “tíos” (es decir compañeros de militancia de sus padres). A todo esto Jorge Vargas –que vio el allanamiento cuando volvía a su casa y trató de huir- estaba en uno de los calabozos, con un disparo en la mano y otro en la frente que le había arrancado parte del cuero cabelludo, quemaduras de cigarrillos por todo su cuerpo, la boca rota y sin dientes (arrancados en la tortura) y le contó con extrema dificultad a su pareja Sánchez, que a la hija de ambos, Josefina, la habían llevado a la sala de torturas y que los captores lo torturaban a él, que hasta el momento no había dicho palabra, manoseando y diciendo barbaridades sexuales a la niña. Jorge Vargas sigue “desaparecido”. Lo más terrible es que su hijita Josefina que luego fue liberada, a los dos meses, en la casa de sus abuelos, mientras jugaba con sus primas, encontraría el arma del abuelo y se pegaría un tiro en la cabeza.