“Pilar”. “La Gallega Pilar”. 27 años. Soltera. Militante de la organización político-militar Montoneros en Capital Federal, donde revistaba con el grado de oficial. Fue responsable política de la Villa 21, parte del Movimiento Villero Peronista, ubicada entre el Riachuelo y las avenidas Vélez Sársfield, Juan de Garay y Boedo de nuestra Capital. Cuando paraba de forma clandestina en el ex Hotel Montecarlo, fue secuestrada en la vía pública de la ciudad de Santa Fe el 24 de septiembre de 1976. Vista en la ESMA y luego trasladada al centro clandestino de detención “Club Atlético” antes de su muerte, juntamente con Inés Cobo e Irene Torrents Bermann. Su presencia en la ESMA fue confirmada por lo que indicó Miriam Anita Dvatman, (en el legajo S 2289) al indicar que luego de varios días de secuestro fue sentada en una silla y le sacaron la capucha. Pudo ver a varios detenidos entre ellos a “…`Pilar´ oficial segunda de Capital que había caído en Rosario y luego fue trasladada a la ESMA. En un determinado momento ‘Pilar’ es entregada a la Policía porque se la responsabilizaba del atentado contra Villar (además que) en un momento dado “Pilar”, le cuenta que ella y otros compañeros eran llevados a una quinta los fines de semana y le expresa sus deseos de escaparse”, cosa que evidentemente no pudo hacer debido a su traslado. Sobre ella se hace una semblanza en el libro “Los Oesterheld” de Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami que dice así: “Era difícil enfrentar la determinación de la Gallega Pilar. Altiva y algo distante, generaba sensaciones ambiguas entre sus subordinados. Iniciada en el comando Camilo Torres dirigido por Juan García Elorrio y que funcionó como una especie de precélula de Montoneros, había coqueteado con Guardia de Hierro hasta converger en Montoneros e incluso llegar a ser una de las secretarias del bloque de diputados de la Tendencia. Era hija de un comisario y los militantes más aguerridos la admiraban y solían repetir la leyenda de que era capaz de correr 5 kilómetros mientras disparaba con cualquiera de sus manos. También era común verla en las unidades básicas de Parque Patricios y Pompeya, detrás de una mesa llena de documentos, hablando sin parar e impartiendo directivas mientras se acomodaba el pelo, enroscando una cola detrás de la cabeza que se le desarmaba a los pocos segundos. Además de un cuadro político relevante, representaba el modelo de la militante extrovertida, con el mismo desenfado para encarar a un tipo que le gustaba que para detener un colectivo a punta de pistola para que sus compañeros pudieran viajar. Y esto, a muchos hombres, los subyugaba. A las mujeres en cambio, solía generarles resistencia”.