Roberto
Baschetti

Di Giacinti, Julio César

Nacido el 3 de marzo de 1954, Di Giacinti se crió en el barrio Parque Saavedra de La Plata donde sus padres tuvieron una tintorería por más de 50 años (Calle 68 nº 972). De adolescente fue un rockero fanático, uno de los precursores de la cultura Stone en el país. Hincha de Gimnasia Esgrima de La Plata. Realizó estudios primarios en la Escuela Nº 11 “Florentino Ameghino” sita en calles 12 y 68; estudios secundarios en el Colegio Nacional de la UNLP. Militante de Juventud Universitaria Peronista (JUP) y Montoneros en la facultad de Arquitectura de La Plata. Murió en una casa del conurbano bonaerense, en Villa Ballester, provincia de Buenos Aires, el 17 de enero de 1978, al enfrentarse a la represión que buscaba secuestrarlo con vida. La familia no había logrado que Julio César se fuera del país. Era terco cuando estaban en juego los principios de su organización. La misma suerte corrió su compañera de vida y militancia, Mercedes Isabel Loedel Maiztegui (ver su registro). Sus restos fueron recuperados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en el Cementerio de San Martín, provincia de Buenos Aires en diciembre de 2010. Y además, el sábado 10 de octubre de 2015, esos mismos restos, fueron inhumados en el Mausoleo de Víctimas del Terrorismo de Estado del Cementerio de La Plata, con una placa que dice a modo de homenaje: “Militante peronista, caído en la lucha por una patria justa, libre y soberana”. Su hermano Daniel fue aún más explícito al respecto: “Por su vocación, por su militancia en la causa popular, su resistencia a la injusticia, a la desigualdad, a la opresión. Por eso entregó su vida, por un proyecto de liberación y justicia”. Y esto fue así nomás. Hay una última carta de Julio a su amigo Daniel Fontana para fines del ’77 con motivo de las fiestas de fin de año, que es aportado por los periodistas Laureano Barrera y Juan Manuel Mannarino. Allí dice sobre la opción que abrazó junto a su compañera: “Si alguna vez llegara a pasar algo irremediable, tengan la plena seguridad que habrá sido en la nuestra, que nos habrá pasado por ser patriotas, por querer un país para todos, sin miserias, ni hambre ni injusticia. Para que todos vivan como personas y no acorralados ni reprimidos. Para que los hijos de todos no tengan que ser lo que fuimos los padres. Para que el hombre vuelva ser hombre. Lo único que pedimos, si eso sucediera, es que, llegado el gran día, brinden por nosotros y por todos los que han hecho y están haciendo todo lo posible para que sea algún día, el Gran Día”.