Roberto
Baschetti

Roldán, María

Así fue conocida por toda la militancia peronista. Pero su verdadero nombre y apellido era María Bernaviti de Roldán. Luchadora incansable por los derechos de la mujer (el voto femenino, sin ir más lejos), fue un símbolo de la resistencia de los trabajadores contra los gobiernos de facto. Nació el 25 de diciembre de 1908 en el barrio porteño de Caballito. Su padre, Agustín Bernaviti y su familia, fueron perseguidos por sus ideales anarquistas, cuando ella era pequeña. Ese padre que había escapado de Italia con 18 años; políglota y violinista y que se ganaba la vida como albañil. En la ciudad de Berisso –provincia de Buenos Aires- ya mayor, es donde decide instalarse María, en busca de trabajo con su esposo Vicente Roldán, creyendo que los frigoríficos podrían ser la salvación, pero allí se encontraron con el mismo hambre y la misma desesperación, que azotaba a los trabajadores del campo. Será en esa ciudad colmada de trabajadores y obreros de la carne, donde transcurrirá su historia e identidad política. En 1943 junto a otros compañeros, formó el Sindicato Autónomo de la Industria de la Carne y en esa incipiente comisión directiva figuraba una única mujer, que ya se había ganado la fama de “chiquita, petisa, gordita y de carácter muy fuerte”. Figura emblemática del 17 de Octubre de 1945, fue fundadora del Partido Laborista junto a Cipriano Reyes, la herramienta electoral que llevaría a Perón a la primera magistratura a principios del año siguiente. Fue, además, una de las primeras delegadas sindicales de Latinoamérica (en el frigorífico Swift de Argentina). Dirá para aquel mítico 17 de Octubre que se estaba gestando: “En el Sindicato de la Carne nos hemos juramentado todos que si Perón no está con nosotros a las doce, seguiremos sin trabajar, paralizando al pueblo argentino, pase lo que pase. ¡La vida por Perón!”. Con anterioridad, tuvo que enfrentar más de una vez y con éxito huelgas que eran boicoteadas por “la patronal, la embajada inglesa, la embajada yanqui, el partido fiel al camarada Stalin y los conservadores del fraude” dirá Ariel Kocik. Y se hizo respetar, ella, los compañeros trabajadores y las mujeres que allí también trabajaban. “Su mayor satisfacción fue palpar la realidad de que el patrón ya no trataba al obrero como a un animalito, como un mueble, como algo que se usa; y eso vale más que el salario, porque es el respeto y la moral de los pueblos”. Forjó a todos sus compañeros/compañeras en disciplina y conducta sindical: “Miren compañeras obreras, que, si nosotros no respetamos el trabajo, el trabajo no nos va a respetar a nosotras. Yo me voy a jugar y voy a defenderlas, pero respétenme porque aquí nos estamos jugando el pan de nuestros hijos”. Al trabajo en el frigorífico había ingresado por la enfermedad grave de su hijo y su dura tarea era cortar carne limpia y separar el nervio en otro tacho; así minuto a minuto, hora a hora, todas las semanas, todo el año. El riesgo de cortarse los dedos estaba siempre presente y más de un tajo adornó sus manos para siempre. Quienes la conocieron dicen que Doña María tenía un muy buen vínculo con Perón y que él la llamaba así, por su nombre de pila. Cuentan que algunas veces, por las noches, y para que nadie se alertara, Perón iba al sindicato a charlar con los delegados y María era la encargada de cebarle mate amargo y pedirle beneficios laborales y sociales para sus compañeros. Luego la relación se enfrió por la traición de Cipriano Reyes. María Roldán –Doña María- murió el 3 de julio de 1989, una semana antes que Menem llegara al poder, por quien había hecho campaña creyendo en la “revolución productiva”.