Es un caso extraño porque no se encuentra nominado en el Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE), pero si figura en el libro “Historias Aparecidas. Relatos sobre trabajadoras y trabajadores gráficos detenidos desaparecidos en palabras de sus seres queridos” (Ediciones Federación Gráfica Bonaerense. Secretaría de Derechos Humanos. 2022). Dan fecha de su secuestro y desaparición el 4 de enero de 1977. Y un compañero de tareas de Pérez, llamado Miguel Ángel Ruiz, relata: “Ahí estábamos, movilizados desde las entrañas por la consigna del ‘Luche y Vuelve’. Los días eran más extensos, porque a las pintadas por el regreso del General había que sumarle las tareas de apoyo a compañeros en conflicto en diferentes talleres. Carlos era delegado en uno de ellos (empresa Gilbert) y como tal, tenía sus propias ocupaciones en ese ámbito, pero él siempre estaba (…) Dos episodios de los tantos que jalonaron aquellas jornadas lo retratan. El día que Villar se llevó a tanquetazos los cuerpos de los compañeros muertos en Trelew desde la sede del P.J., nos comimos itacazos y gases a granel, pero dimos la pelea callejera. Respondiendo con piedras, inventando obstáculos. En una esquina, arrancamos la empalizada de chapa que protegía una obra en construcción para armar una barricada. El ‘Mudo Carlos’ cayó en la calle con las chapas encima de su cuerpo y la infantería se nos venía encima. Lo oíamos gritar en el estruendo del combate y cuando nos acercamos a liberarlo no pedía por él, sólo repetía ‘milicos hijos de puta’. Otra: el día previo a la llegada del General, la Juventud Gráfica hizo una pegatina de afiches a lo largo de Paseo Colón / Leandro N. Alem, que debía terminar dentro de la Estación Retiro. No sabíamos que ese sitio estaba controlado por la gente de Osinde, a pesar de los miles de compañeros de provincias que acampaban. Los matones armados encararon al grupo de compañeros nuestros y el ‘Mudo’ (que portaba uno de los bastones de defensa) le partió la cabeza a uno de ellos y los despojó de la escopeta. Una perdigonada hirió a un compañero y cientos de los que esperaban en esa víspera tan ansiada rodearon a los matones, que debieron refugiarse en las oficinas donde habían hecho base. Allá por 1985, encontré un viejo compañero de militancia quien me contó que el ‘Mudo’ había muerto en la mesa de torturas, pero que ni un compañero ni una casa de las que él conocía había caído como resultado de esa acción. No tengo como confirmarlo, pero ese comportamiento coincide perfectamente con la integridad moral y la profunda convicción peronista de Carlos Alberto Pérez, mi compañero, mi hermano, con el que todavía nos debemos los abrazos”.