“Anita”. Su madre se llamaba Narcisa Adelaida Stebetef. Maria Antonia nació el 9 de septiembre de 1942 en Capital Federal. Socióloga. Fue una de las fundadoras de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y formó pareja con Agustín Luis Villagra hasta que éste fue abatido por la policía provincial cordobesa en 1971. Participa del copamiento de la ciudad de Garín (provincia de Buenos Aires) el 30 de julio de 1970 como supervisora de la operación. También forma parte del asalto a un camión militar con armas en Ruta 8 a la altura de Pilar, el 29 de abril de 1971, acción en la que muere el teniente del Ejército Mario César Asúa. El 20 de octubre de 1971 interviene en la expropiación de armas del soldado Dufour del Regimiento de Infantería Aerotransportada 14 a quien se despoja de un fusil automático liviano (FAL), cuatro cargadores y un cuchillo. Luego es detenida en Córdoba al mes siguiente, y recluida en la cárcel de Rawson, Chubut. Es protagonista de la fuga fallida de ese penal y del posterior escarmiento de los marinos, que da lugar a lo que se conocerá como la “Masacre de Trelew” cuando prisioneros políticos desarmados e indefensos son asesinados a balazos dentro de la Base Aeronaval “Almirante Zar” como represalia por la fuga parcial acaecida. María Antonia es baleada y luego rematada en la puerta de su celda, pero logra sobrevivir y escribir con su propia sangre en una pared “LOMJE” abreviatura de “Libres o Muertos. Jamás Esclavos”. Como recuerdo imborrable de ese intento de asesinato llevará por el resto de su corta vida un impacto de bala en el maxilar inferior del lado derecho. Es trasladada a la U-2 de Villa Devoto. El 26 de mayo de 1973 sale en libertad por la amnistía presidencial y la presión popular. Su primera aparición pública será el 17 de agosto de ese mismo año, cuando en el Barrio santafesino y sabalero de Santa Rosa de Lima hace uso de la palabra en un homenaje al general San Martín. El 12 de octubre asiste al acto de unidad de FAR y Montoneros bajo este nombre. El año 1974 la encuentra en la organización de la “Agrupación Evita” de la Rama Femenina. Para 1976 es secretaria de organización de la columna Oeste montonera del Gran Buenos Aires. El 16 de marzo de 1977 a las 9 de la mañana su padre: Juan (médico. 70 años), su madre y un casero que habitaban la finca, son asesinados por las FF.AA. cuando asaltan la vivienda que habitaban, en Lavallol, provincia de Buenos Aires. Los dictadores querían imponerse con el terror. María Antonia ese mismo año (1977), viaja a Cuba como representante de Montoneros con el grado de Oficial 1°. Del exilio vuelve a la patria para sumarse una vez más a la lucha contra la dictadura militar. Hace conocer una carta pública (29-7-79) a las madres de secuestrados y desaparecidos: “Compañeras: sé que en ustedes está la fuerza para seguir adelante. Cuando las fui conociendo a través de compartir la lucha con vuestros hijos supe que, aquellas banderas que ellos quisieron y quieren llevar a la victoria, ustedes las recogieron y las levantarán hasta que se acaben los crímenes y la miseria a la que todavía sigue condenado nuestro pueblo. Quiero que sepan que estamos orgullosos de nuestras madres y mujeres. Estaré al lado de ustedes en todo momento y espero llegar a todas para llevarle nuestra solidaridad y las necesarias palabras de aliento que tanta falta nos hace. La cita es como siempre: los jueves en la Plaza” y firma como secretaria adjunta de la Rama Femenina del Movimiento Peronista Montonero. Casi tres meses más tarde fue acorralada por las fuerzas dictatoriales y represivas y peleó valientemente hasta el final; no se entregó con vida. Dicen que fue llevada muerta a la ESMA en consonancia con su nombre de guerra de entonces, en “Soledad”. Ocurrió el 16 de octubre de 1979. Una vuelta de tuerca en este relato. Orlando “Nano” Balvo, militante de Juventud Peronista, luego del Peronismo de Base y por último del Partido Peronista Auténtico, es el personaje central de un hermoso libro escrito por Guillermo Saccomanno, titulado “Un maestro” y editado por Planeta en 2011. En el mismo, este compañero peronista, relata su encuentro en Roma, Italia con Maria Antonia Berger durante su exilio y sobre el trágico final de ella relata que “En tanto, en Buenos Aires, los milicos reconocieron a María Antonia, la cercaron en una casa. María Antonia buscó negociar a los gritos. Se identificó: ‘Soy María Antonia Berger. Me entrego’, gritó. Salió. Tiró la pistola. Los milicos se le fueron encima. Y volaron con ella. María Antonia se había cargado el cuerpo de granadas”. Es un final distinto al que se conocía hasta ahora.