Roberto
Baschetti

Jaramillo, Luis Adolfo

“Sapo”. Detenido-desaparecido el 29 de noviembre de 1976 en la localidad de Quilmes, provincia de Buenos Aires, al salir de la fábrica de termotanques Saiar donde trabajaba como obrero y era un referente obligado de sus compañeros trabajadores, en los problemas gremiales con la empresa. Jaramillo, ciudadano chileno de 42 años, vivía desde 1959 en Argentina, junto a su esposa y seis hijos. Físicamente era muy menudo, delgado y bajito. Ese día se retiraba de la fábrica para siempre y había pasado a cobrar una indemnización con la que pensaba poner una relojería. Era un especialista en relojes, concertista de piano y sabía varios idiomas; es que lo habían educado los Jesuitas. Pues bien, ese día, la patronal le tendió una trampa y luego de pagarle, lo marcó y lo entregó a la Brigada de Investigaciones de Lanús que se lo llevó y le robó el dinero cobrado. Testigos de su calvario, dijeron que en un momento del interrogatorio que le hicieron a Jaramillo se le corrió la venda y pudo ver entre sus “interrogadores” a uno de la empresa, de la jefatura de personal de la fábrica. Ahí firmó su propia sentencia de muerte. Jaramillo como la gran mayoría de los trabajadores argentinos era peronista. Mientras estuvo detenido, hasta antes de su desaparición definitiva, la gente del barrio en que vivía, hacia partidos de fútbol y juntaba algo de dinero para darle de comer a su señora y los seis purretes indefensos. Además, el carnicero les daba la carne, el lechero la leche, el panadero el pan: todos ayudaban como podían. Pasaron los años y nunca Luis Adolfo volvió con vida. Una de sus hijas, Verónica, tiene claro los por qué de aquella ausencia definitiva: “Creo que por pensar fueron castigados. Creo que fueron perseguidos, torturados, asesinados, por pensar, por defender ideales. Y mi papá también tenía su ideal. Él defendía la justicia, el salario, la dignidad. Ese fue su ideal. Si murió por eso fue por una causa justa. En la fábrica, él no tenía la función de delegado, pero defendía su salario y el de sus compañeros, ellos lo consultaban porque era mayor y tenía experiencia. No se dejó pisotear nunca y no permitió que pisotearan a los otros trabajadores. Nunca fue injusto con los demás y tampoco permitió que los demás fueran injustos con él. Creo que esa es una buena enseñanza que nos dejó”. Sus restos fueron encontrados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en una fosa común del cementerio de Avellaneda, en octubre de 1990. El 16 de marzo de 1991 su familia le dio cristiana sepultura en el cementerio de Ezpeleta. Ese día todos sus compañeros de trabajo de aquella época, e inclusive los trabajadores más jóvenes que sabían de él por lo que le contaron los más viejos, la gente del barrio que lo conoció, todos, absolutamente todos se hicieron presentes. La misa, la concelebró el Padre Luis Farinello y el Padre Daniel que era de la parroquia del barrio y estuvo presente el “Barba” Gutiérrez, ex militante de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), que había sido delegado y compañero de Jaramillo en Saiar.