De ancestros libaneses, el “Turco” Abdala era morocho, hincha de Boca Juniors y peronista, rasgos físicos y culturales que comprenden a más de la mitad de la población argentina. Nació en el balneario de Santa Teresita el 12 de febrero del nefasto 1955. Su desprendimiento y solidaridad se evidenciaron desde que era chiquito. Por un problema digestivo no podía comer golosinas, pero cuando alguien se las regalaba, él las repartía entre sus amiguitos. Debido a la separación de sus padres, el colegio lo padeció en un internado de la zona regenteado por curas y monjas. Para ganarse la vida fue ordenanza, vidriero y pintor de brocha gorda. Pero no descuidó su intelecto: prueba de ello son las lecturas a fondo que hizo de Fanon, Cooke, Perón, Jauretche y Lenin. Se deleitaba así mismo con la buena música de Serrat, Paco Ibañez y los Quilapayún. Su entrañable amigo, el “Tano” Víctor De Gennaro, le consiguió un trabajo, precisamente como pintor, en los Talleres de Minería estatales. Militó en Juventud Peronista y en la Agrupación “Amado Olmos”. Con el regreso de la democracia tomó parte de la Renovación Peronista (de Cafiero) que perdió la interna partidaria con Menem. En 1984, al ser elegido por el voto de sus compañeros de trabajo, secretario general del gremio, recuperó y puso a disposición de sus afiliados, la por entonces desprestigiada Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que de ahí en más comenzó a ser un punto de referencia para nuclear a los sectores honestos y combativos del gremialismo argentino. Cuadro del Movimiento Renovador Peronista, rompió definitivamente con el menemismo cuando este avaló los indultos a los militares genocidas. Luego integra el Grupo de los Ocho y logra una banca como diputado nacional en 1989. Fue un tenaz opositor a la privatización de Aerolíneas Argentinas. Lo explicó con estas sabias palabras: “Acá la disyuntiva no es estatizar o privatizar. Lo que se debe encontrar es un proyecto político y económico para que este Estado sirva, que es lo que los sectores liberales no quieren. Un Estado en un país como el nuestro; que sirve, que cumple su rol, que planifica, que fiscaliza, que dirige, que da asistencia, ubica al liberalismo fuera de contexto, porque entonces el liberalismo no puede desarrollar su viejo proceso de acumulación en base a la competencia despiadada, a la política monopólica”. Eran los tiempos “fashion” de pizza y champagne, donde la entrega y la traición estaban a la orden del día. Germán dijo públicamente: “Estamos asistiendo al vaciamiento del contenido transformador del Peronismo, porque el Peronismo nunca pudo haber dicho como discurso oficial que los males del país son los 40 años de dirigismo. Nunca se puede hablar con la lógica y el pensamiento de quien nos dominan, porque cuando se empieza a hablar con ese argumento se deja de ser Peronista”. Jugando un partido informal de fútbol en junio de 1984 con sus amigos, sintió un dolor muy fuerte en la cintura. La revisación posterior detectó un cáncer congénito rarísimo (cordoma de sacro) que lo llevó a soportar 26 operaciones al lado de sus compañeros y su mujer Marcela Bordenave. Pero no hubo caso…. La última vez que se lo vio en el Congreso Nacional, fue en silla de ruedas, para oponerse a la privatización de las jubilaciones y dar su apoyo a Fernando “Pino” Solanas candidato a senador por nuestra Capital. El 13 de julio de 1993 a los 38 años murió un patriota, un compañero, un ser inolvidable. Pidió expresamente que no hubiera velatorio, es que ni muerto se bancaba que algún traidor le mandara una corona de flores como si nada hubiera pasado. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas esparcidas en ese mar de Santa Teresita que lo hizo tan feliz cuando era un pibe. Un documental con su vida y obra, llamado “Germán” y conformado por un equipo encabezado por Nicolás Batlle pudo verse por Canal 7 en julio de 2005. Y la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) Seccional Legislatura ofreció un acto-homenaje en memoria de Germán Abdala, el 13 de julio de 2023, al cumplirse 30 años de “su paso a la inmortalidad”.