Roberto
Baschetti

Agesta, Mario

Fue el hombre de confianza de Cooke en Bahía Blanca. Cuenta el escritor e investigador bahiense y actual funcionario de la Biblioteca Nacional (año 2023), Guillermo David: “Su historia era la de muchos. Obrero metalúrgico. Agesta se forjó en el gremialismo de la UOM –Unión Obrera Metalúrgica- en su etapa más combativa, durante la Resistencia Peronista. Gran amigo de Armando Cabo, que dirigía la seccional Tres Arroyos, se fue haciendo un lugar entre quienes conspiraban contra la Libertadora. ‘Yo nací con el peronismo’, me atajó de entrada con orgullo, como quien muestra su pureza de origen (…) La rutina de los ‘caños’ y los clavos ‘miguelitos’, las reuniones clandestinas para escuchar los discos de acetato que Perón mandaba con instrucciones, la publicación de textos en mimeógrafo, fueron la materia de su memoria militante. Peor también la vida intelectual: su amistad con Jauretche y Jorge Abelardo Ramos, sus textos de combate en publicaciones como la versión bahiense de ‘De Frente’, la revista de Cooke, ‘El 17’, son capítulos de los que se enorgullecía (…) ‘En la Argentina los comunistas somos nosotros’ había escrito John William Cooke en un informe secreto dirigido al Comandante Ernesto Che Guevara, para zanjar el debate sobre quién protagonizaría el proceso revolucionario. ‘Nosotros, los peronistas. Los malditos del país burgués, el subsuelo sublevado de la Patria’ repitió aquella tarde, como un salmo, Agesta”. Este compañero por sus viajes militantes no se privó de nada. Conoció Stalingrado en Rusia y en ese país a Jacobo Arbenz, a Pablo Neruda, a los hermanos Raúl y Fidel Castro, a Nicolás Guillén, entre otros. En Madrid lo visitó a Perón para darle una correspondencia secreta. No pudo con su genio de resistente peronista y le dijo al Líder, recriminándole “¿Por qué no enfrentó el golpe del ’55? Le dije que era preferible la lucha a lo que tiene que aguantar el pueblo argentino. Yo me dije, no se la voy a dejar pasar, si al fin y al cabo para que vine hasta acá. No le gustó nada”. Termina David retratando al compañero Agesta: “Es un hombre duro. Y se nota. Ha sido mucho más fornido; algo de su antigua y proverbial reciedumbre campea en la apostura maciza con que se planta. Su mirar tiene la fijeza clara de quien carece de doblez; es el clásico dirigente obrero proveniente de las zonas especializadas de la producción industrial. Rudo, no deja de ser pulcro y preciso. Cuentan que en ese mismo taller preparaba autos de competición vestido con una camisa blanca impecable, a la que lograba preservar sin mácula hasta el fin del día”. Como la pureza de su pensamiento peronista, agrego yo. Mario Agesta, seguro, ya falleció. Desconozco cuando, como y donde.