Roberto
Baschetti

Alcaraz, Francisco Segundo

“Chiquito”. Tenía 33 años. Presidente de la Juventud Peronista en San Juan. Fue secretario político de la organización guerrillera peronista Montoneros en la misma provincia, teniendo el grado de oficial. Resiste su secuestro en la vía pública de San Juan capital y muere combatiendo. Ocurrió el 29 de octubre de 1976. Lo acribillaron de 108 balazos que lo destrozan, cuando se bajó de un colectivo en tanto se daba a la tarea de esconder a unos compañeros riojanos por la zona del Barrio Marcó. Anécdota imperdible contada por Eloy Camus (nieto): “A Alcaraz lo conocí en la casa de mi abuelo cuando él era gobernador de San Juan y al ‘Chiquito’ lo estaba buscando la policía sanjuanina por sus actividades políticas. Cuando lo conocí, mi abuelo le gritaba por teléfono muy enojado al Jefe de Policía como ‘carajo’ no lo podían encontrar a Alcaraz para detenerlo, mientras él lo tenía tomando café en la cocina de su casa. Años después me enteré que también lo ocultó un tiempo en la época de la dictadura”. Los compañeros que lo conocieron y sobrevivieron al genocidio, dicen de Alcaraz: “Era un grandote tranquilo, bonachón, que desde 1971 comienza a reunir compañeros para armar la Juventud Peronista en el taller donde trabajaba arreglando máquinas de coser en la avenida Rawson. Como era el mayor de los jóvenes que nos juntábamos -28 años- nos contenía, era un compañero sencillo, peronista convencido de toda la vida, buena persona y muy trabajador. Era el Jefe. Poseía una humanidad impactante. El ‘Chiquito’ marcaba la línea de la moral revolucionaria desde el Peronismo y se iba a la villa a laburar politicamente. Siempre hablaba de la experiencia del pueblo argentino, la práctica revolucionaria era su modo de vida. Tenía una relación con el pueblo extraordinaria. Para él, el peronismo era el eje por donde atravesaban todas las luchas. Era un cuadro. Nuestro Sabino Navarro. Un laburante. El ‘Chiquito’ tenía el reconocimiento más difícil de conseguir, el de los propios compañeros. Los convencía con su forma de hablar sencilla. Era Montonero y era el cable a tierra que teníamos, siendo el ‘factótum’ de nuestra participación en la campaña electoral de 1973. El ‘Chiquito’ sabía que si lo atrapaban lo iban a matar, pero decidió quedarse con los compañeros para no dejarlos solos, para protegerlos. Su moral revolucionaria lo lleva a tomar esa decisión. Él tomó la decisión de ser un militante peronista, porque sentía el peronismo en el alma. Eligió su forma de vida y su forma de muerte”.