Roberto
Baschetti

Arias, Segundo Bonifacio

“Flecha”. “Boni”. “Cabezón”. Carpintero en los talleres ferroviarios de Tafí Viejo del ferrocarril Belgrano. 38 años. Padre de 5 hijos, tres varones y dos mujeres. Tenía como hobby poner música en las fiestas; un proto-disc jockey digamos. Secuestrado-desaparecido en las primeras horas del 14 de febrero de 1976, en esa misma localidad tucumana, cuando entraron por la fuerza a su casa individuos uniformados, armados y con la cara oculta, algunos, que se lo llevaron para siempre. Su esposa –Élida Lorenza Fernández- le escribió una carta al sanguinario general Bussi por lo sucedido y éste le contestó que el ejército no secuestra personas. Arias era un militante peronista cristiano que colaborara en obras sociales con el Padre Amado Dip, enrolado en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), por ejemplo, entregando pan dulce a los más pobres en cada Navidad para que tuviesen su fiesta cristiana en paz. Inclusive en unas elecciones, Arias fue candidato a concejal suplente por la Lista Verde. El 5 de julio de 2013 la Secretaría de Derechos Humanos de Tucumán, anunció oficialmente la identificación de restos de seis desaparecidos, entre los que se encontraba Arias. Fue hallado en el llamado Pozo de Vargas, una fosa común utilizada durante la dictadura militar para arrojar cuerpos de detenidos. Paradojas del destino, su hijo Negrín Arias, enfermero en una clínica privada, atendió al genocida ex general Antonio Domingo Bussi en sus últimos días por este mundo y tuvo algún que otro diálogo con él, sin revelar su condición de hijo de desaparecido provincial. Relata que: “Él se sentía mal y estaba muriéndose, se descompensó, lloraba como un niño, le tenía miedo a la muerte. Muchas veces pensé en mi Viejo y en tantos de los 30.000 desaparecidos que lloraron, suplicaron y les quitaron la vida igual”.