Ayala, Alfredo Virgilio

“Mantecol”. Correntino de nacimiento. En aquella provincia su padre fue comisario y entre otros menesteres repartía a la gente en los barrios populares las donaciones que la Fundación Eva Perón hacía llegar a esa provincia litoraleña. Además, cuando nació Alfredo, su hijo número 7, quedó viudo. Derrocado Perón en 1955 por los sátrapas gorilas, un año más tarde se sumó a la revuelta nacional comandada por el general Valle, pero derrotada la misma debió irse de Corrientes con lo puesto y con sus hijos a cuestas. En la gran urbe bonaerense terminó asentándose en un sitio sumamente pobre que marcaba el límite entre San Fernando con San Isidro y que pasó a llamarse “Villa Uruguay” y ocupaba 8 manzanas. El mote de “Mantecol” para Alfredo le llegó de chiquito cuando se arremolinaba con otros pibes para ver por la tarde y por la única tele que había por esos lares un programa de dibujitos animados que auspiciaba Georgalos con su producto; como era más bien alto los demás chicos le decían que se sentara más atrás porque si lo hacía adelante tapaba la visión del resto (“¡Che Mantecolcorrete!” Y le quedó Mantecol para toda la vida, porque cuando décadas más tarde comenzó a militar en Montoneros Columna Norte y debía elegir y usar un nombre de guerra, no dudó ni un minuto: “Llámenme Mantecol”. La primera vez que fue elegido como delegado de pasillo por sus vecinos de la villa, fue a los 16 años de vida, con motivo de un incendio que dejó a muchos sin refugio. Él fue el primer sorprendido por la elección. Y recuerda la coyuntura existente para pocos años después: “Éramos muchos jóvenes delegados (uno por pasillo) y queríamos cambiar la situación de la villa. Luz, agua, eliminar los pasillos de tierra, zanjeo, necesitábamos de todo, pero si no te organizás nunca vas a conseguir nada duradero. Nos organizamos, pero además éramos todos peronistas así que nos sumamos a la J.P. Y hubo una consigna que la llevamos adelante hasta coronarla con éxito: ¡Luche y Vuelve!”. El paso siguiente luego del regreso de Perón en el ’73 fue para Mantecol organizar a los pibes de “La Uruguay” y “La Sauce” villa cercana. Fue el embrión. el nacimiento del Movimiento Villero Peronista (MVP) y hubo pasillo con materiales, canillas comunitarias, salita de primeros auxilios y fueron por más: proyectar y construir casas confortables para todas esas barriadas. Este último proyecto quedó trunco, porque desde el vamos lo boicoteó el ministro de Bienestar Social (López Rega) y Perón murió al poco tiempo. Pero el MVP creció de manera exponencial y fue un ejemplo de organización popular. Bajo su égida hubo 38 villas de Capital Federal y provincia de Buenos Aires. El MVP, llegó a hacer dos congresos nacionales entre fines de 1973 y principios de 1974. Después la hecatombe. Y cuando se entronizó en nuestra patria la dictadura militar a partir de marzo del ’76, él y otros compañeros, siguieron militando y resistiendo a como diera lugar. Los esbirros de la dictadura lo buscaban a Mantecol porque sabían muy bien quien era. Pero él siempre podía zafar de emboscadas y encerronas por la solidaridad de sus compañeros villeros y además porque conocía el terreno como la palma de su mano. Pero finalmente una madrugada de septiembre del ’77 cayó preso en Bancalari, Tigre, y se lo llevaron “chupado” a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) junto a su novia de entonces. Lo torturaron, pero como no daba ningún dato importante le abrieron la boca y lo picanearon en la garganta; las cuerdas vocales le quedaron atrofiadas para toda la vida. Luego de un tiempo y siempre “encanutado” lo usaron como mano de obra esclava sabiendo que cuando estaba libre había efectuado, para sobrevivir, changas de albañilería, pintura, electricidad, carpintería, etc. Lo dejaban por la mañana en un sito trabajando –engrillado- y lo pasaban a buscar por la tardecita para que pasara la noche en la ESMA y al otro día de vuelta lo mismo. Como no era ningún boludo ni un quebrado, estudió la situación y cerca de la Navidad de 1979, tardaron en venir a buscarlo y se hizo humo. Se fue a lo de una hermana y el 15 de enero lo encontraron, cobró de lo lindo, lo encerraron un mes incomunicado y luego, de vuelta al trabajo esclavo, ahora en una isla del Delta, (llamada “el Silencio”) y nada menos que para talar álamos. “Con los días, la relación con los guardias se relajó, los controles se aflojaron, y la rutina de trabajos, lanchas con provisiones y guardias, le permitieron conocer en detalle los movimientos. Un sábado de julio, a la mañana, estaba en la cocina, llegó la lancha con provisiones y garrafas. Ayudó a descargar y a ordenar en la cocina, y en un momento en que nadie lo vio, se metió en la lancha, se escondió entre las bolsas de papa y carbón y se fue de la isla”. (“Tierra de sombras” Fabián Domínguez. 2019. El Bodegón ediciones) Volvió a territorio conocido: la Villa Uruguay, los del lugar lo escondieron y no lo encontraron nunca más. Vuelta la democracia y a medida que surgían querellas y procesos judiciales contra los marinos asesinos (Megacausa ESMA), contó lo sucedido cuantas veces fue necesario y muchos de esos indeseables genocidas tienen hoy prisión perpetua debido a su testimonio y denuncia ante la Justicia. Ayala falleció el 28 de julio de 2024 y sus restos fueron velados en el Concejo Deliberante de Merlo, provincia de Buenos Aires. Me queda como corolario cierto, esto que Mantecol quiso dejar muy claro: “Yo estuve en la J.P. por peronista. Estuve en la J.P. porque nos servía su organización. Estuve en la ‘Orga’ porque me expresaba. Pero siendo bien consciente, ¿eh? A mí nadie me puso un ‘fierro”. El ´fierro´yo, ya lo tenía en mi casa desde antes”.