Roberto
Baschetti

Barraza, Pedro Leopoldo

“El Boy”, “El Tarta”, “Barry”. Nació en Buenos Aires en 1940. La militancia política de Barraza tuvo su inicio en el colegio secundario. Allí se mostraba como antiperonista y cercano a la Unión Cívica Radical (UCR), para luego con las discusiones internas del partido, irse de allí y pasar a formar parte de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI); luego, desencantado con Frondizi, la idea de una izquierda nacional, lo depositó en las playas peronistas. Militó en los equipos de José Miguel “Manolo” Buseta y Saúl Hecker cercanos a Framini y de ahí a sumarse a la Resistencia Peronista hubo un paso. Fue apoderado del quincenario resistente “Patria” órgano de prensa de la Juventud Peronista bonaerense a mediados de la década del ’60. Simpatizó con la gente del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT). Con el seudónimo de Martín Guay hizo una nota a diez integrantes presos de esa organización, nota que sacó clandestinamente de la cárcel, y publicó el 8 de septiembre de 1964 en el periódico “Compañero”. La conmoción fue grande porque era la presentación de una guerrilla peronista en la política argentina. También colaboró con las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) sin ser un militante de tiempo completo en la misma. También se destacó como periodista, primero en el semanario peronista “Rebelión” (1964) y luego en el diario “La Opinión”, en su sección política (1972); donde puso de manifiesto una vez más su desenfado e inteligencia. De allí, pasó a “Clarín” y después fue nombrado director de Radio del Pueblo, cargo en el que permaneció hasta dos meses antes de su muerte. Es una de las primeras víctimas de la Triple A. Fusilado sin piedad en Villa Lugano el 13 de octubre de 1974, cuando le vaciaron varios cargadores en su cuerpo y un itakazo en la cabeza. Se sabe que lo mató el comisario “Tano” Fiorillo, el mismo que había asesinado a Felipe Vallese en 1963 y que libre de culpa y cargo se sumó a la represión ilegal; una constante en su vida, desde la década del ’60 hasta la fecha de este nuevo asesinato. La razón de ser del mismo, del asesinato, tenía sentido si se sabe que cuando fue el secuestro y muerte de Vallese en 1963, el que investigó lo sucedido y lo publicó en el diarito peronista “18 de Marzo” fue Barraza. Y los culpables de la acción (Fiorito, por matón) y de la omisión (Vandor, por no prestar la ayuda que pedía Felipe Vallese desde su encarcelamiento clandestino) quedaron a la vista de todo el mundo, e inclusive, la Justicia se vio obligada a abrir una investigación judicial que terminó en condenas para varios culpables. Súmese a ello la nota que sobre los poderes esotéricos de López Rega (mentor de la Triple A) escribió Barraza en junio de 1972. Como si faltaran pocas razones para matarlo, desde el punto de vista de sus asesinos, también debo decir que Pedro Lepoldo Barraza era un adelantado de la época: fumaba marihuana y proclamaba orgulloso su condición de gay, estando en pareja con el joven fotógrafo Carlos Ernesto Laham –también asesinado aquel 13 de octubre en el mismo lugar-, integrantes ambos del Frente de Liberación Homosexual (algo así como los proto “Putos Peronistas”). Al lado de su cadáver –cuando lo asesinaron- había unos panfletos que decían como título e introducción: “La organización Alianza Anticomunista Argentina tiene una trayectoria de Patria y Hogar, todo ello iluminado por Nuestro Señor Jesucristo”. Sus amigos cuentan una anécdota imperdible, que recupera en el libro “Maten al mensajero”, Franco Salomone. Una noche al salir de “La Opinión”, en Reconquista al 400 (por la noche en aquella época una verdadera boca de lobo, agrego yo), lo paró un ladrón y a punta de pistola le pide toda la guita que tuviera encima. Barraza que tartamudeaba –y más en una ocasión como esa, seguramente- le largó al tipo todo un planteo político-moral: “Claro –le dijo al chorro- nos afanás a nosotros que somos laburantes. ¿Por qué no tenés huevos y vas a robarle a la gente de guita?”. Etcétera, etcétera, etcétera. El sermón le llegó tanto al ladrón que intentó devolverle algo de plata para el colectivo, pero Barraza, indignado, le dijo “ahora no los quiero”, dio media vuelta y se fue caminando.