Roberto
Baschetti

Bavio, Gerardo Héctor

Gerardo Héctor Bavio nació en la ciudad de Salta el 23 de febrero de 1926. En 1946 inicia sus estudios en la Facultad de Ciencias Exactas de la ciudad de Córdoba, egresando en 1953 con el título de ingeniero civil; y trabajará en la Dirección Provincial Hidráulica de esa provincia mediterránea. Dirá de aquella época: “Mi militancia fundamentalmente transcurrió en Córdoba, donde yo fui a estudiar Ingeniería, después seguí trabajando en esa provincia y ahí fue la caída de Perón en 1955. Fue el derrumbe de un gobierno y de un proyecto que yo consideraba que había que apoyar. Yo era peronista, crítico, pero era peronista. A partir de la Revolución Libertadora mi vida comenzó a ser más activa políticamente. Experimentamos la caída de Perón y vimos las fuerzas que habían actuado para derrumbarlo. Y a pesar de las críticas que teníamos, veíamos que atrás de esos hechos había un movimiento de sectores muy conservadores y reaccionarios”. Se suma a la Resistencia Peronista. En 1960 junto a varios compañeros fundan la Agrupación “Peronismo de Acción Revolucionaria” (PAR) conformada fundamentalmente por obreros ferroviarios y automotrices. Comienza a prestar atención a la figura y a los conceptos que emanan del pensamiento de John William Cooke. Simpatiza desde un primer momento con la Revolución Cubana. En 1962 es contratado por el Ministerio de Industria de la República de Cuba a cargo de Ernesto “Che” Guevara, desempeñándose allí, en su profesión, hasta noviembre de 1963, es por entonces que conoce personalmente a Cooke. Aprovechando, además, su estadía en el “Primer Territorio Libre de América”, da clases como profesor en la cátedra de Termodinámica de la Universidad de La Habana y estuvo presto, de haber sido necesario (“crisis de los misiles”) a defender por las armas esa revolución tan diferente, obrera y campesina, que es acosada por el mayor imperio de la Tierra y sus cipayos locales. De regreso a la Argentina, en Córdoba, continúa su militancia en el PAR y en la Agrupación “18 de Marzo” del SMATA, es decir, del sindicato de mecánicos. Apoya y participa del crucial Congreso “Amado Olmos” y en la creación de la CGT de los Argentinos, el 1º de mayo de 1968. Estuvo en el “Cordobazo” del 29 de mayo de 1969. Para agosto de ese mismo año se vincula a un grupo resistente denominado “Hilda Guerrero de Molina” (ver su registro). A principios de los años ’70, se suma a la campaña por el regreso de Perón (“Luche y Vuelve”) y comienza a militar en el Peronismo Montonero, así mismo en su ciudad natal es uno de los creadores del Comando Tecnológico Peronista a nivel regional. Toma parte activa en la campaña presidencial de principios de 1973 que depositará a Héctor J. Cámpora en la primera magistratura. Asume como Intendente Municipal de la ciudad de Salta el 25 de mayo de 1973 y permanecerá en el gobierno hasta el 23 de febrero de 1974. Estuvo a su cargo implementar desde ese alto cargo, una política participativa basada en Municipios-Vecinos-Gremios, que propone el gobernador Ragone y que Gerardo baja a la práctica en los barrios más humildes de la ciudad con la ayuda de la juventud y los villeros peronistas; también con el apoyo de obreros municipales y centros vecinales. Su gestión fue pronto combatida por sectores conservadores, aliados para la coyuntura con la derecha peronista y la burocracia sindical que comienzan a ver “infiltrados” y “bichos colorados” por todos lados. En el marco de la inevitable lucha violenta entre la derecha y la izquierda peronista en el gobierno -y enrolado en esta última fracción más conocida como Tendencia Revolucionaria del Peronismo- en noviembre de 1974 es detenido por el Poder Ejecutivo Nacional (des-gobierno de Isabel Martínez) y un mes más tarde es confinado a la cárcel de Devoto proveniente de la prisión salteña Villa Las Rosas. Liberado en febrero de 1975 constituye la Junta Promotora del Partido Peronista Auténtico junto a varios ex gobernadores. Permanece en el país hasta mayo de 1978, eludiendo la persecución de la dictadura hasta que se ve obligado a exiliarse en México, (previo paso por Chile y Perú). En el país azteca da clases a nivel universitario. Siempre formando parte de la organización político-militar Montoneros, junto a Jaime Dri y Miguel Bonasso suscribe un documento crítico a la conducción de esa organización revolucionaria que termina en una separación del grupo que conforma, que pasa a llamarse “Montoneros 17 de Octubre”, de efímera vida por cierto. En 1990 regresa a la Argentina y al poco tiempo es nombrado asesor legislativo de la Cámara de Diputados de la Provincia de Tucumán. Brinda su testimonio militante para la película de David “Coco” Blaustein, “Cazadores de Utopías”. En 2008 se lo nombra Profesor Honorario de la Universidad Nacional de Salta. Residiendo en Tucumán dio a conocer su obra testimonial “Huellas de la Memoria. Historia, vivencias y reflexiones sobre el siglo pasado” y junto a Mario Hernández “El peronismo que no fue. La (otra) historia”. También a comienzos del año 2000, fue parte del consejo de redacción de la revista “La Maza”. Falleció a la edad de 91 años, en la madrugada del 6 de mayo de 2017; fue enterrado en Tucumán. Lo sobrevive su fiel compañera Pila Garbarino. Algo más sobre su figura: fue un eximio artista plástico. Tenía un taller de pintura, lo que se llama un atelier, en el fondo de su casa. Muchos de sus cuadros mostraban, reproducían, aspectos cruciales de su vida, como aquel que lo impactó tanto desde joven: los bombardeos a Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955. Imborrable en su mente lo inmortalizó en un lienzo, Por último, debo decir, que Gerardo Bavio fue un querido compañero que me privilegió con su amistad. No nos veíamos seguido por una cuestión de distancia, pero él cada vez que bajaba a Buenos Aires se daba una vuelta por la Biblioteca Nacional (donde yo trabajaba), para café de por medio, conversar conmigo y ponernos al día con las novedades. En uno de esos viajes me regaló para mi archivo, una reproducción de dos cassettes grabados, que él debía transportar consigo en septiembre del ’78 y que correspondían a lo que por entonces se llamó “La contraofensiva Montonera”. Le agradecí la confianza. Me miró como miraba él, pícaramente, y me dijo solamente: “Está en buenas manos”.