Estudió en el Colegio Del Salvador de los curas jesuitas. Diploma de Honor por sus especiales méritos en piedad, conducta, aplicación y aprovechamiento en el estudio durante su permanencia en dicho establecimiento educativo; así mismo se hizo acreedor a un premio especial denominado “Excelencia Perpetua” por haber obtenido las mejores calificaciones entre 1954 y 1964 cuando egresó como Bachiller. Recibió también el Premio San Ignacio de Loyola (Medalla de Oro) al mejor trabajo sobre algún aspecto de la Compañía de Jesús en América. Siempre en el colegio, integrante de la Congregación Mariana. Fue seminarista de la misma orden (jesuitas) pero no llegó a ordenarse como sacerdote. Su ascendrado espíritu cristiano lo llevó a asumir cada vez compromisos más fuertes con los necesitados, con los pobres de nuestra sociedad. Se impuso a sí mismo la necesidad de cambiar como fuera ese orden social injusto reinante. Oficial Primero de la Organización Montoneros y miembro del secretariado político nacional, caído en combate en una casa de Villa Luro, en la calle Corro N° 105, el 29 de setiembre de 1976 conjuntamente con sus compañeros Alberto José Molinas Benuzzi, José Carlos Coronel, Ismael Salame y María Victoria Walsh. El tiroteo duró 3 horas. Todos decidieron agotar sus municiones y no entregarse con vida. Ignacio José Bertrán tenía 29 años. Su hermana María Teresa, aporta más datos sobre su corta y fecunda vida: “Ignacio fue el segundo de 5 hijos. Creció en el seno de una familia en donde prevalecían los principios cristianos. El amor al prójimo le fue transmitido desde sus primeros años de vida (…) En los últimos años de secundario perteneció a la ‘Escuela de Guías’, asesorada por los jesuitas del colegio. Era un grupo muy especial de dirigentes con una sólida formación espiritual que resaltaba el amor, el servir al otro y el compromiso activo con Jesucristo. En su meta de vida de servir y acercarse a Dios y de amor al prójimo entra en la Compañía de Jesús. Va a Mendoza con el Padre ‘Macuca’ Llorens S.J.; allí sigue descubriendo el dolor de los más necesitados. Estando en el Colegio Máximo de San Miguel y viviendo en la Casita de Castelar con otros estudiantes jesuitas, concurre al barrio Santa Brígida en San Miguel donde además de hablar de Jesucristo ayudaba como aprendiz de albañil a levantar paredes de casas de los compañeros del barrio. Sucedió algo muy interesante y curioso, poco a poco fue dejando ‘para otro momento’ su tarea evangelizadora formal, y comenzó a hablar del barrio, de la clase obrera, de política, mientras los ayudaba en la construcción de sus casas. Eso sí, estaba seguro que estaba evangelizando. Estaba convencido que esos amigos y Jesús eran la misma razón por la que estaba ahí (…) Abocado a la militancia política llegó a ser miembro del secretariado político Zona Norte de la Organización Montoneros. Murió como el mismo eligió morir, jugándose la vida por la vida de los otros. Y como decía su madre ‘en todo lo que hizo en su vida se destacó’ por su ilimitada entrega”.