Roberto
Baschetti

Bolonci, Juan

Nació el 21 de setiembre de 1948. “Víctima de un cáncer que lo acorraló desde un año y medio atrás, falleció en Bariloche (18-7-2008) el dirigente justicialista Juan Bolonci. Sus restos recibieron sepultura ayer en el cementerio Valle del Descanso. El nombre de Bolonci se asocia sin duda a la historia política de Bariloche, en el contexto del país. Fue un militante de amplio y sostenido compromiso, nacido a la lucha por los ideales de una patria libre, justa y soberana en los días de su primera juventud, tal vez porque desde la humildad de su cuna se sintió parte de aquella reivindicación social, cultural y política de los pobres y los trabajadores que encarnaron Perón y Evita, más allá de toda otra connotación. Desde pibe esos fueron sus nombres de cabecera, sus referentes, el sentido primero de sus luchas, aunque los años ´70 hubieran desatado contextos de violencia o intolerancia a los que tampoco pudo mantenerse ajeno. Era el mandato de la hora. Miembro al fin de una generación que se prodigó sin remilgos ni especulaciones por ideales de cambios sociales profundos, fue actor y parte de esa etapa descarnada y a la postre también dolorosa. Juan conoció también ese dolor. Miembro de la Juventud Peronista (de las Regionales), Bolonci se enroló en los sectores más comprometidos, aunque jamás abandonó la referencia certera del camino que marcaron sus líderes; esto es, fue enteramente peronista, con sus desgarradoras contradicciones históricas, pero sin matices ni dubitaciones de enrolamiento. Juan sabía que el justicialismo es eso. Junto a su familia y en especial al lado de su inseparable compañera Ester Acuña, soportó las consecuencias de su militancia, estuvo detenido irregularmente en los cuarteles de Bariloche, con otros militantes. Cuando recuperó su libertad, entre los pliegues secretos que -con todo- el terror de Estado no pudo desarticular, construyó sus solidaridades políticas (y) se mantuvo en contacto con otras fuerzas políticas democráticas, albergó el germen de la reconquista del ’83. Junto a su hermano Julio, sus dos hermanas, Osvaldo y la familia en pleno, incursionó por entonces en la gastronomía, con avatares que una y otra vez lo pusieron contra las cuerdas, por problemas laborales o porque su pasión política dejaba en offside a la modesta renta. Juan supo también de la ingratitud y el desprestigio. Polémico, discutido y discutidor, pero generoso hasta la exageración, su casa y sus restaurantes -Don Santiago, La Estancia, Quo Vadis, Sobremonte…- siempre estuvieron abiertos a la reunión y a la discusión política, cuestión que muchas veces se dio de bruces con las exigencias comerciales (…) Pero, a su vez, nunca faltó un plato de comida para algún militante raso con urgencias. Juan sabía mucho de política. Y de necesidades (…) En el ‘83, con el retorno de la democracia, en medio de las pasiones descontroladas de la campaña, cuando los cadenazos iban y venían, la locura entró a su confitería y lo balearon mal. Juan sintió que la vida podía ser efímera. Y absurda. Los tiempos de Alfonsín dejaron al peronismo en la vereda de la derrota, por primera vez en su historia, y Río Negro no fue la excepción. No obstante, Bolonci ingresó a la legislatura provincial por la minoría (y luego tuvo) un nuevo período como legislador. Política, siempre política, apenas matizada por otra pasión para muchos inexplicable: el glorioso y siempre conflictuado Racing Club, y mucha, mucha lectura. Juan sabía de Jauretche, pero también de Savater o del último pensador en boga. Y reposó en su familia la fatiga y decepción que suelen generar los códigos de la política. Allí, en su casa, en ese mate infaltable que compartía en la intimidad con la admirable Ester, habrá levantado Juan cientos de utopías y proyectos. Y como decía Shaw, habrá explicado después, con entera convicción, por qué no pudieron lograrse. Siempre actualizado, atento a los enfoques que emergieron a fines del siglo XX, Bolonci era un dirigente muy respetado por su capacidad de análisis, aún por sus circunstanciales adversarios. Y entabló fuertes lazos con los referentes del radicalismo provincial y otras fuerzas, que le dispensaron un muy digno respeto. Juan sabía de la entretela del poder. Claro que, como siempre sucede con la política, también tuvo muchos y severos detractores, peleas políticas ardorosas, enemigos ideológicos, y amigos perdidos. ‘Nos separó la política, nos reconcilió la amistad’ dijo hoy Jorge Aumedes, al despedir sus restos. Sus contrastes, sus luchas y penurias sólo alcanzaron sosiego en el seno de su familia, que supo sostener unida, pese a los problemas que nunca faltan, comunes a los tiempos que corren. Allí, recogió todo el cariño y el respeto que sustentaban su compromiso: su esposa Ester Acuña -compañera incondicional de luchas y sueños- y sus hijos Fernando, Gaby, Julia. Y el nieto Manuel, constructor de la dicha más cálida y sostenida de su vida: los años del abuelo Juan. El que, de la mano con su nieto, asistía a tomar clases de guitarra, como si los dos -desde sus diferentes historias y realidades- estuvieran construyendo ahora otro mundo mejor: el de la ternura y el cariño. Juan sabía que la música suele ser hondamente bella. Bolonci murió ayer a los 59 años, tras luchar contra un cáncer que terminó doblegándolo, porque, al fin, la muerte siempre vence. En los escasos momentos de paz y sosiego de sus días últimos habrá reflexionado sobre dichas y dolores, sobre tanto camino áspero y sinuoso, sobre ausencias y traiciones -tan frecuentes en la política de hoy- sobre tanta y tan poca vida. Quienes conocieron sus gestos humanos, no siempre visibles detrás del quehacer político, saben que siempre dio más de lo que tenía. Y que nunca rehuyó la discusión que fuera, aunque doliese. Juan sabía mucho de la vida, sí. Ojalá nos ayudara ahora a entender este inmenso pesar”. (Rodolfo E. García. Bariloche 2000 / Diario Digital de San Carlos de Bariloche. 19 y 20 de julio de 2008). Pedro Pérez Pertino en su excelente libro “La Juventud Peronista Regional VII”, lo menciona a Bolonci y muchos otros compañeros como lo que fueron, cada uno en su ámbito, “militantes de base, cuadros, milicianos, aspirantes de la JP, de la JUP, de la JTP, de la UES, de la Agrupación Evita. Fueron los que le dieron consistencia a cada actividad, a cada marcha, a cada manifestación, a cada toma, lucha o asamblea”. Reconocimiento eterno a su compromiso en defensa de los más débiles, para hacer realidad la justicia social, la independencia económica y la soberanía política de nuestra Nación.