“El Negrito” era un cuadro político-militar de origen obrero proveniente de la Juventud Revolucionaria Peronista (JRP). Estuvo en los primeros grupos de Montoneros luego de pasar por un intento frustrado de guerrilla en 1968, que lo llevó a ser detenido en Abra de Santa Laura, Jujuy y estar un año preso (La organización que integraba se llamaba “Cabecitas Negras”). Fue muerto en un enfrentamiento con la policía provincial en Adrogué, provincia de Buenos Aires, el 29 de mayo de 1972, junto a su compañero y amigo Jorge Juan Escribano. La cosa fue así: se tenían que apropiar de un automóvil en una concesionaria para una acción posterior. Burgos al ver que se habían designado nada menos que 7 compañeros para ello, con lógica preguntó: “¿Por qué tanta gente? ¿Al coche lo vamos a llevar a upa?”. No le dieron bola. La operación se encaraginó y así murieron los dos. Escribano de un tiro en la nuca cuando corría hacia la camioneta que los había traído. Burgos arranca la F-100 y arremete contra un coche patrullero dejándolo fuera de combate, pero al intentar tomar distancia de sus perseguidores equivoca el camino y agarra por una calle donde habitaba el gobernador de la provincia de Buenos Aires; la custodia de éste, alertada por los disparos, se tirotea con Bustos y lo mata. Luis Labraña que militó con “El Negrito” Burgos, asegura que éste es una de las dos personas que más lo impactó e influyó en su vida. Cuenta algunas anécdotas que los involucró a ambos que no tiene desperdicio. La primera: “Al compañero lo estábamos esperando en la pizzería ‘Torino’ de Córdoba y Canning, llega y aparece un personaje villero, era un ciruja, el que llegaba. Entonces nos cuenta que no tenía donde vivir, que estaba perseguido, que había estado en Benavídez en la casa de un muchacho obrero y que estaba mal vestido porque todos los días se la pasaba en los riachos de la zona. ¿No tenés casa?, le preguntamos. Y nos dice que estaba en la casa de un compañero que llega a las 9 de la noche y a las 4 de la madrugada se levanta ¿Y eso que tiene que ver? le volvimos a preguntar. Y nos respondió: ‘Yo a las 4 me voy con él, me voy al río, hasta que el compañero vuelva’. ¿Por qué no quiere que estés en la casa?, le dijimos. ‘No, el compañero quiere que me quede. Pero el compañero es un obrero y la mujer está sola todo el día, y yo para ellos dos soy un revolucionario ¿usted sabe lo que podría pasar si yo me quedara en la casa con su mujer sola? Nos respondió”. Otra anécdota: “la segunda cita la hacemos en un boliche que quedaba en Callao y Libertador, en la esquina, chiquito. Cinco de la tarde, yo vestido siempre impecable, me siento, estaban las señoras gordas tomando el té, yo pido un té y aparece éste desarreglado como el primer día, y me quedé helado. Y le digo ¿Cómo te vestís así? Y me responde: ‘compañero, yo le dije que no tengo para vestirme… la culpa no es mía, es suya que, en vez de citarme en Lanús, me cita acá’. Segunda lección que aprendí a su lado. Bueno, le digo, tenemos el dinero para que te alquiles una casa en Quilmes o un departamento en el centro de la ciudad de Quilmes. ‘Pero, compañero ¿Usted no ve como estoy vestido yo? ¿Cómo voy a alquilar un departamento en Quilmes? Con una cuarta parte del dinero que usted me quiera dar para alquilar mensualmente, yo me compro una casilla en la villa. Yo pertenezco a la villa, no a la sociedad de Quilmes’. Efectivamente, fue y se compró una casilla en la Villa Itatí”. Otra más: “Principios de 1972. Me dice ¿Vamos a comprar un arma? Durante todo el trayecto no abrió la boca. Estabamos en la parada del colectivo y me dice ‘¿Compañero que arma se puede comprar ahí que sea legal?’. Una 22 le respondo. ‘¿Está armado usted?’ me dice. ‘Sí, tengo una 45’ le vuelvo a responder. ‘¿Y su vida vale más que la mía que yo tengo que defenderla con una 22 y usted con una 45?’. Conclusión: yo me quedé con la 22 y él con la 45”.