Roberto
Baschetti

Cáceres, Amado Nelson

“Mellizo”. 17 años. Nacionalidad paraguaya. Secuestrado-desaparecido en su hogar de Humberto I y Santa Ana sito en la localidad de San Francisco Solano, partido de Almirante Brown, provincia de Buenos Aires. Narra su padre Melchor Cáceres con cierta inocencia: “En la medianoche del 23 de febrero de 1978 derribó la puerta de nuestro domicilio en San Francisco Solano, un grupo de más o menos diez individuos vestidos de civil, que traían un prisionero. Preguntaron por ‘los mellizos’ ya que así se los conocía a mis hijos. Uno de los secuestradores, el único que traía uniforme policial con chaleco antibalas y casco se encargó de mí: me tuvo inmovilizado contra la pared y me golpeaba si yo intentaba hablar. El resto se dedicó a robar todo lo que pertenecía a los chicos: amplificador, guitarras eléctricas, micrófonos, tocadiscos, cassettes. Luego se los llevaron y a mí me encerraron para que no pudiera seguirlos. Al día siguiente intenté hacer la denuncia policial pero no me recibieron en ninguna comisaría. Presenté un ‘habeas corpus’ en el Juzgado de Banfield. Fui al Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno de Monte Chingolo y pregunté quién era el encargado de los desaparecidos. El capitán Ferrone, me dijeron. Pedí hablar con él y me atendió. Me pidió los datos de los chicos y se los di. Volví a los pocos días y me dijo: ‘A sus hijos los tenemos aquí por subversivos, porque después de cada guitarreada salen a pintar paredes’. Vuelva en cuatro meses”. Nunca más los vi. A un mes de los hechos este mismo padre fue secuestrado, golpeado y acusado de montonero. Luego de 30 horas lo largaron. Orgulloso de sus hijos afirma que “los mellizos fueron los más protestones; ellos nacieron así, rebeldes, no les gustaba la injusticia, les dolía la pobreza de los vecinos, más pobres que nosotros, todavía”. Amado Nelson Cáceres estaba en quinto año cuando pasó todo esto; primero en un industrial porque iba a ser técnico electrónico, pero luego cambió de opinión y se inclinó por la química por lo que abandonó ese colegio y entró en otro. Laburador al máximo trabajó primero en una joyería, después en una librería, luego fue obrero metalúrgico y después antes de “desaparecer” trabajaba en la construcción. Los fines de semana, animaba con su hermano mellizo (Arnaldo Darío) las fiestas de cumpleaños y de recaudación de fondos para viajes de egresados. Ambos militaban en el peronismo, en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), lo que le valió más de una vez animadas discusiones con su padre que simpatizaba con el comunismo. Sus sobrinos escribieron en “Página 12” en un obituario a sus memorias: “Se puede ser hombre a los 17 años y morir de viejo sin haberlo sido nunca… Ustedes creían en causas comunitarias. Buscaban una sociedad mejor. No murieron en vano. Murieron (sin morir) por generosos”. Lo firmaron Marcela, Darío, Julieta y Ariel.