Roberto
Baschetti

Calderón, Porfidio Leucadio

“Caldera”. Nació el 9 de diciembre de 1934 en Gutenberg un pueblo de Córdoba que limita con Santiago del Estero. Pero puede decirse que fue santiagueño por adopción. Los datos para hacer esta reseña han sido aportados por el compañero Daniel Brión que ha querido en vida a Don Porfidio como a un padre. “No se cansaba de repetir que él fue un peronista desde la primera hora ya que a los 12 años ayudaba a su papá en la Unidad Básica en que se había convertido, para toda la zona, su propia casa. Junto a los peones rurales sintió el entusiasmo de sentirse bien tratado y comprobar que estaban empezando a ganar aquellos seres que en la Argentina habían perdido siempre. Un día en la estación del pueblo vio un cartel del Ejército Argentino dirigido a los jóvenes e invitándolos a sumarse a sus filas. Aceptó el convite. Llegó a Campo de Mayo. Ya en la Escuela de Suboficiales comprobó con sus propios ojos como todo cambiaba. Perón formaba un ejército del pueblo para el pueblo, integrado por ese mismo pueblo. Para aquellos días, por ejemplo, se les devolvió a los suboficiales la facultad de poder votar como cualquier otro ciudadano, además de la posibilidad de llegar por medio de ascensos y aptitudes a ser oficiales, una opción que hasta entonces era reservada solo a una casta. En diciembre de 1954 egresó como cabo motorista conductor de tanques Sherman. Ya cumplidos sus 21 años a las órdenes del general Ricardo Ibazeta (ver su registro) se suma al Movimiento de Recuperación Nacional del 9 de junio de 1956 comandado por otro general: Juan José Valle (ver su registro). Calderón con su tanque Sherman tomó esa noche la Escuela de Suboficiales y no lograron hacerlo rendir hasta que fue totalmente rodeado por las tropas gorilas. Insultado, maltratado, amenazado de muerte, de ejecución por fusilamiento –cómo trágicamente, sucedió a muchos de sus camaradas de armas- nada de eso lo afectó. Traidores –pensó- son estos hijos de puta que hasta ayer eran alcahuetes y obsecuentes y que juraron defender la Constitución y la soberanía popular y luego traicionaron de una. Por su lealtad peronista recorrió varios penales. ‘Despidió’ la Penitenciaria de Las Heras e ‘inauguró’ la de Magdalena. Estando preso conoció al compañero sargento (por entonces) César Francisco Marcos (ver su registro) y profundizó aún más su peronismo. Ya en libertad se dedicó a la actividad privada exitosamente, fundando su corralón de materiales ‘El Líder’ (toda una definición de principios), que hoy manejan sus hijos Juan Domingo, María Eva y Augusto. Se sabe que muchas veces con su dinero financió muchas de las actividades de la Resistencia Peronista. En el regreso del general Perón a la Patria en 1973 éste designó su propia custodia personal, para protegerse de la ‘custodia’ oficial impuesta por López Rega. Esa custodia confiable elegida por Perón fue integrada en su mayoría por los ‘suboficiales de Valle’ al mando de Juan Esquer. Allí también Porfidio decidió jugarse, viendo tanto atropello de López Rega y le dijo a Esquer que él se ofrecía para matar al ‘Brujo’ y entregarse luego sin resistencia asumiendo los hechos. Su decisión no fue aceptada y esto le permitió al siniestro personaje continuar desplegando sus actividades. El jueves 28 de noviembre de 2013, a las 7,25 de la mañana, -luego de una abrupta enfermedad gastrointestinal que lo postró de golpe- el querido ‘Caldera’, un héroe de la Patria, un soldado de Perón, un hombre que siempre se mantuvo fiel a sus compañeros y a sus convicciones se unió al Comando Celestial”. Sus restos fueron velados en la sede del Consejo del Partido Justicialista de San Fernando para luego ser cremados. Yo, Roberto Baschetti, tuve la inmensa suerte de conocer a Don Porfidio Calderón una madrugada fría en Campo de Mayo cuando estábamos recreando para la película “Patriotas”, cuyo director era Eduardo Anguita, los acontecimientos de aquel 9 de junio de 1956 en el mismo lugar de los hechos. Me contó que aquella noche llevaba puesta debajo de su uniforme, alrededor del cuello, una chalina blanca que le había tejido su madre con lana que había pertenecido a su abuela. Y que la llevaba consigo porque así, con el apoyo sentimental de su familia directa y la convicción de sus ideas peronistas, que le habían dado a todos los suyos, salud, trabajo y educación, a nada tenía miedo; ni a la muerte. A partir de ahí una corriente de simpatía y amistad se forjó entre ambos y nos vimos muchas veces más en diversas actividades culturales y políticas. Bajito de estatura, fornido, siempre atlético y bien vestido, cada vez que lo vi me acerqué a saludarlo y a darle un abrazo que él correspondía con ganas y con esa sonrisa y bonomía de bien, que eran parte de su marca registrada. Inclusive muchas veces que estaba yo presentando alguno de mis libros ante un auditorio atento, hacía un alto en la tarea para comentar que entre nosotros estaba presente un héroe de la Resistencia Peronista como Calderón y su presencia, invariablemente, era rubricada con una salva de aplausos o una ovación espontánea. Sin lugar a dudas él se ganó ese reconocimiento permanente, con su coherencia en vida defendiendo la causa nacional, popular y revolucionaria de nuestro pueblo peronista. La foto que ilustra ésta reseña lo muestra a Don Calderón al lado del busto de su jefe máximo, el general Juan Domingo Perón, cuando el mismo fue entronizado en el Colegio Militar de la Nación en el curso del año 2012.