“Nacho”. 29 años. Nacido en Cataluña, España, el 20 de abril de 1947. Estaba gestionando la ciudadanía argentina. Estado civil: separado. Secuestrado-desaparecido el 14 de enero de 1977 en Capital Federal, en la vía pública cuando debía encontrarse con su ex esposa. A la madrugada siguiente 6 ó 7 individuos de civil fuertemente armados entran a su casa con su propia llave y arrasan con todo. Lugar de trabajo: Hospital Nacional “Profesor Alejandro Posadas” donde era médico clínico de guardia en sala de emergencias y en el Sanatorio Santa Isabel del barrio de Flores en Capital. Militante de la organización político-militar Montoneros en los equipos de Sanidad en zona Norte del Gran Buenos Aires. Un compañero de trabajo en el primer nosocomio nombrado (Rubén Gallucci) lo recuerda de este modo: “A Nacho se le iluminaba el rostro cuando comentaba el crecimiento de masas y su convencimiento de que la victoria estaba a la vuelta de la esquina. Se emocionaba al constatar la increíble incorporación de jóvenes a la lucha. Contagiaba su energía y sobre todo, su entusiasmo y confianza. En mi largo exilio, en momentos de abatimiento me sirvió de apoyo y su recuerdo, como el de tantos compañeros, me dio fuerza, energía y confianza para salir adelante”. Y a su optimismo debe sumarse su valentía, si prestamos atención a lo que cuenta su compañera de labores “en el Posadas”, Cristina Pfluger: “Noviembre de 1974. Ofensiva oligárquica de la mano de López Rega y la Triple A. Reunidos en Asamblea de todos los trabajadores logramos impedir que el Ministerio de Bienestar Social interviniera la Dirección del hospital. A los pocos días y estando nuevamente reunidos en Asamblea, evaluando la crítica situación, ingresa al Aula Magna un grupo parapolicial portando armas largas, custodios del nuevo interventor, el Dr. Pimentel, designado por las autoridades ministeriales. Todos quedamos petrificados en nuestros asientos a excepción de nuestro querido ‘Nacho’, el Dr. Eduardo Carla Sala, quién los enfrentó para que se retiraran de nuestra institución. Nadie pudo acompañarlo en este reclamo. Desde la tarima le apuntaron, le preguntaron nombre, apellido y función y le ordenaron presentarse en dirección. Al rato lo veo en la escalera del hall central; me cuenta que le pidieron la renuncia y que no lo querían ver más ni en la institución ni reunido con nadie. Fue la última vez que lo vi en el hospital (…) ‘Nacho’ nos enseñó, como nos enseñaba cada día, a pesar de que era un médico que venía a hacer guardias solamente, lo que era el principio revolucionario de un compañero comprometido con su realidad, con su militancia, con su proyecto de un futuro diferente para esta Patria”.