Nació en Paso Grande, un pueblo del interior de Santiago del Estero, un 25 de octubre de 1954. Su niñez y adolescencia la pasó entre alegrías y privaciones, sueños y realidades, hasta que con 24 años se mudó a La Plata en busca de un futuro mejor. Trabajó en una quinta de hortalizas en Arana y la muerte se lo llevó joven. Buen amigo, mejor padre (de su hijo Leandro), empedernido jugador de truco, hincha de Boca, solidario hasta el caracú. Cuando prácticamente no se conocía la Agrupación “María Claudia Falcone” del Peronismo Revolucionario, fue el primer vecino que machete en mano y voluntad a cuestas, se sumó al desmalezamiento del Barrio “La Aceitera”, haciendo saber a todos, que lo que ahí se estaba haciendo por la gente era muy bueno y que él no quería quedar afuera del proyecto. “Había una vez, en este país saqueado por los ricos y puesto bajo sospecha por los corruptos, un hombre que se llamaba Juan Gregorio Castillo. Hoy lo evocamos como alguien que confió. Y nos comprometemos a no defraudar esa confianza. Nuestro mejor homenaje a su memoria es que lleve su nombre la placita que ayudó a construir donde había un baldío. Igual que esa Patria más justa que, siguiendo su ejemplo, edificaremos más temprano que tarde donde otros sólo dejaron destrucción”. (“San Jauretche” N° 4. Marzo-junio 2005).