Castro Vivanco, Santiago Felipe

“Vivas”. Natural de Alpachiri, departamento Chicaglasta, Tucumán. Integrante de la guerrilla rural peronista Uturuncos en los ’60. En el libro “Desde más adentro” escrito por el abogado defensor de presos políticos, Edwin Eric Tissembaum, se dice sobre su persona y su modo accidental de entrar en la escena insurgente: “Una tarde en que el grupo descansaba, escuchando suavemente música en una radio a pilas, quien estaba de guardia ve asomarse de entre la maraña un par de manos a las que siguieron dos enjutos y curtidos brazos, levantados en el universal signo de rendición o no agresividad. No era el baqueano que esperaban, pero si un conocedor de la zona que huía de la policía por un homicidio que le atribuían. El hombre se acerca al grupo sin decir una palabra. Mira hacia todos lados y, por fin, pregunta ‘¿dónde están los musiqueros’. Nunca había escuchado una radio a pila. Así se incorporó al grupo Santiago Felipe Castro Vivanco, oriundo y residente de la zona de la que nunca en su vida había salido. Él les enseñó lo que pudo sobre la vida en el monte. Qué vegetales podían usar para comer, de donde conseguir agua, cómo moverse sin dejar señales y particularmente cómo hacer para no perderse o ser víctima de las alimañas”. Cuando el grupo acosado y perseguido por la policía se desmembró, lo detuvieron y fue a un consejo de guerra militar. En el mimo libro antes citado, se narra un presunto final nada halagüeño para este compañero: “Castro Vivanco no pudo soportar el encierro y ya en Resistencia, daba muestra de desequilibrios nerviosos que obligaron a internarlo en el Hospital Borda de la Capital Federal, de donde se fugó con destino desconocido”.