Murió en septiembre de 2008. Le gustaba autodefinirse como un “negro de pasado peronista”; es que había dejado el Partido luego de los indultos de Menem a los responsables del genocidio contra el pueblo argentino. Durante la última dictadura fue encarcelado y torturado salvajemente y sin límite de tiempo. Tuvo dos paros cardíacos y no se murió por la solidaridad de 2 presos comunes que lo cuidaron como un hermano. De convicciones cristianas arraigadas se formó en el aristocrático Colegio Marín de San Isidro y una vez en libertad siguió luchando por lo que creyó justo: por dignificar la vida del común de la gente y por la justicia social. En esa tarea lo sorprendió la muerte.