Roberto
Baschetti

Clara, Mirta Susana

Nació en Mar del Plata el 12 de julio de 1948. La foto que ilustra esta reseña la muestra en primer plano, tomando parte de una manifestación juvenil en defensa de los DD.HH. Psicóloga desde 1970, cuando se recibió con una tesis sobre Frantz Fanon y “Los condenados de la tierra”. Se especializó en atención primaria de la salud, epidemiología en salud mental e investigación sobre efectos psicológicos de la tortura. Militante peronista en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y en Montoneros. “Yo me había incorporado a la vida política, por obra y gracia de Onganía al dar el golpe militar de 1966. Fue él quien nos impulsó a politizarnos cuando envió soldados a las puertas de la Facultades para intervenirlas. Alrededor del 9 de Julio de 1971 me integro al Peronismo en la Universidad (FAEP: Frente de Agrupaciones Eva Perón). Allí se habla muy seriamente de la lucha armada. Siempre temí la violencia. Creo que lo más que hice en ese sentido fue tirarle de los pelos a mis hermanos, cuando se lo merecían. El ingreso a las FAR lo decidí en el mayor de los secretos, ni siquiera se lo comenté al Flaco” (Néstor Carlos Sala. Ver su registro). El 17 de noviembre de 1972, ella estuvo a campo traviesa con la necesidad compartida por todo un pueblo de ir a esperar a Perón al aeropuerto internacional de Ezeiza: la dictadura de Lanusse lo impidió con la prepotencia de las armas. De su época clandestina cuenta algo muy gracioso: “En el verano del ’73 fuimos a Mendoza en tren con María JosefinaMujica (ver su registro) y otras dos compañeras. Encontramos una vivienda conveniente en Chacras de Coria. Tenía entradas y salidas por detrás, con baldíos cerca para prever escapes en situación de peligro. Luego de pagar el alquiler de ‘veraneo’ por 15 días, la dueña de casa al despedirse, nos dice: ‘Que suerte que son ustedes quienes van a alquilarme, porque esta casa fue allanada por el Ejército no hace mucho y se llevó detenidos a unos subversivos…’ Quedamos patitiesas con la sorpresa, a coro exclamamos un ¡¡Ohhh!!, pero ya no podíamos retroceder, decirle que no íbamos a alquilar era descubrirnos. Así que seguimos adelante. Por suerte esa vez no pasó nada”. Con el Flaco Sala y con un embarazo de tres meses, se casó enamorada; él también por supuesto, el primer día de marzo de 1974. Políticamente hablando, Mirta siempre reconoció que “en vez de dedicarnos a ampliar y a ensanchar la representatividad entre los sectores populares y de discutir a fondo la finitud de la concepción de Guerra Revolucionaria en procesos de construcción democrática que había costado tanto lograrlo, hicimos lo contrario. Nos dedicamos a antagonizar ideológicamente con Perón, que era tensar aún más uno de los centros de decisiones y representatividades democráticas”. Cuando ya las cosas iban de mal en peor, Clara fue detenida y torturada en Resistencia, Chaco, el 9 de octubre de 1975 junto a su esposo que luego fue asesinado en la “Masacre de Margarita Belén” el 13 de diciembre de 1976. Ella recuperó la libertad luego de 8 años –pasó por las cárceles de Chaco, Formosa, Devoto, Ezeiza- y se reencontró con sus dos hijos (Mariana Eva y Juan Andrés) en 1983. A partir de ahí dedicó su vida a dar con los asesinos de su compañero y otros 30 militantes del peronismo revolucionario masacrados, llevarlos a juicio y posibilitar la prisión perpetua de casi todos ellos; encendió la memoria y fortaleció las convicciones sumando un poco más de luz sobre los aberrantes crímenes de la dictadura cívico-militar que con Videla y Martínez de Hoz a la cabeza, nos desangró desde el 24 de marzo de 1976, en adelante. Mirta Susana Clara, víctima de un cáncer que la acosaba desde un año atrás, falleció el 26 de octubre de 2016 y sus restos fueron acompañados por todos sus allegados hasta el cementerio de La Chacarita con el grito de siempre: “Libres o Muertos ¡Jamás Esclavos!”. Como dijo el amigo Ernesto Jauretche sobre ella y su deceso: “Heroica militante de todas las causas justas deja un hueco imposible de llenar”. Voy a terminar la reseña contando algo que a mí (Roberto Baschetti) me pasó con Mirta Clara y que todavía me conmociona. En el curso del año 2007 nos citamos para hablar ambos en el “Macedonio”, el bar que está en el jardín de la Biblioteca Nacional. Como llegué antes elegí una mesa que estaba pegada a la ventana de vidrio que separaba el recinto de un cantero con flores y arbustos. Arribó la compañera y nos pusimos a hablar de algún tema relativo a los derechos humanos, cuando de a poco imperceptiblemente por el lado de afuera del vidrio comenzó a deslizarse por el mismo y hacia arriba, un caracol con el GPS averiado, evidentemente. Si quería sobrevivir debía ir para abajo donde estaba la tierra, las raíces y el sustento. Pasaron unos tres minutos y el bicho seguía ahí, dando vueltas en círculo, más confundido que Adán en el Día de la Madre. Así que me decidí, le pedí permiso a Mirta Clara, salí del bar, me arrimé al vidrio por el lado de afuera, tomé con delicadeza al molusco en cuestión y lo deposité suavemente en la tierra, marcándole así el camino correcto. Cuando volví al asiento, Mirta Clara estaba emocionada por mi accionar. Me abrazó y me dio un beso. Así de sensible era. Pasaron nueve años. El lunes 26 de octubre de 2016 estaba en casa tomando un café matinal y me senté en un sofá con vista a un espacio verde. Cosa rara, ya que nunca pasó antes en casa, un caracol estaba como aquel otro, chupado al ventanal. Una vez más me hice cargo, lo saqué de ahí con sumo cuidado y lo dejé sobre la hierba. Concluido el frugal desayuno, prendí la computadora y vine a enterarme de la muerte de la querida compañera Mirta Clara. Alguien me estaba avisando sobre una pérdida irreparable.