Roberto
Baschetti

Coria, Antonio Ángel

“El Negro Coria”. Nació en 1941 en Punta Alta, en el Hospital de la Base Naval de Puerto Belgrano ya que su padre era suboficial. Empezó su militancia política en 1955. Se afilió al Partido Peronista en abril de ese año, cuando aún estaba en la escuela secundaria. Y se sumó a las huestes de la primera Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Actúo como correo de los militares leales a Perón en aquella coyuntura histórica de septiembre del ’55. Caído Perón se suma a la Resistencia Peronista. Con un grupo de jóvenes edita el periódico “Resistencia” entre 1958 y 1969; también “Tribuna Libre” de 1960 a 1962; ambos en Punta Alta; el primero fue clausurado y el segundo asfixiado financieramente por los poderosos. En su pueblo de Daireaux, provincia de Buenos Aires, es la primera vez que va preso. Corría el año 1968. Una Comisión de Coordinación Federal fue a buscarlo a su casa y lo acusaba de “estar vinculado a las actividades insurreccionales del grupo guerrillero de Tucumán –el de Taco Ralo- (pero) los efectivos policiales no hallaron el depósito de armas que suponían los investigadores iban a encontrar en poder del mencionado Coria”. Igual lo detuvieron. (“El Diario” de Bolívar, jueves 3 de octubre de 1968, página 4). La década del 70 lo encontró comprometido con los cambios a nivel político, económico y social que proponía la Tendencia Revolucionaria del Peronismo. Es que ante tanta prepotencia uniformada (Onganía, Levingston, Lanusse) y ya desde antes, con la proscripción lisa y llana del Peronismo de la escena electoral, “el único camino que nos quedaba era el de las armas”, asevera Coria. Adhirió a la política de Montoneros, perteneció con anterioridad al espacio de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) e integró la conducción nacional del Movimiento de la Juventud Peronista (MJP). La derrota del campo nacional y popular en 1976 le valió 11 años de exilio. Desde agosto de 1976 a diciembre de 1987 vivió en Perú primero y luego en México. Mientras tanto aquí en Argentina, el 24 de junio de 1976, fuerzas militares comandadas por el general Acdel Vilas en Bahía Blanca, simulando un enfrentamiento armado con supuestos “subversivos” le bombardearon el que hasta hace pocas semanas antes fuera su hogar y encima dejaron adentro de los restos de la vivienda, asesinados a 5 jóvenes secuestrados previamente. Cuando volvió a la Patria, Antonio Ángel Coria siguió militando, trabajando y dedicando su experiencia para formar nuevos cuadros políticos en el peronismo. La muerte lo sorprendió a la edad de 76 años, un 8 de diciembre de 2017. Ernesto Jauretche, enterado de su deceso, improvisó: “Andan diciendo por ahí que se nos fue el Negro Coria. ¡Qué va! Ése por negro y por peronista siempre estuvo, siempre está y siempre estará (…) Dicen Antonio. Dicen Ángel. Yo sigo diciendo Negro Coria. Siempre, en todas, en las buenas y en las malas, en las verdes y en las maduras, y más que nunca en las podridas. Sí ¡Siempre! Cuando hacía falta claro, y si no, él mismo se hacía necesario: te imponía su amistad, su solidaridad, su amor, su compromiso. Negro Coria, mi humilde homenaje, porque si hay alguien que se merezca de verdad la alabanza del poeta, ése eras, sos y serás: ‘ni bueno ni malo: incorregible’ (…) El Negro proclamaba y se ufanaba de ser, por encima de todo, un ‘Ser’ peronista. Una forma de vida, una pasión, un ardor, una religión, una intransigencia que lo hacía ser único, como compañero. Como dicen en México, donde aquel perseguido Negro Coria fatigó el D.F. y recaló en Jalapa, donde se ganó el respeto y el cariño de un pueblo generoso y de sus guitarras, y el máximo elogio de la moral azteca: el negro Coria, ‘un peronista de hueso colorado’ (…) Allá andarás, ayudando al Negro Hugo y a la Juanita en las modestas serranías llenas de sangre de El Salvador y a la guerrilla sandinista en la desdichada Nicaragua. Tampoco allá serás un olvidado. Aquí andarás, más cerca en la Patria Grande, entre los que hicieron culto y honra a la inmensa y ruda Patagonia. Andarás por un heroico Plaza Huincul batiendo por esos desiertos el cultrún de los Berbel. Irás a rememorar tiempos mejores entre los peuhenes mapuches de Aluminé. Dormirás con frío en algún hotelucho de la Avenida de Mayo, caminarás con amigos y compañeros de café en café, compartiendo risas y tristezas y rendirás cuentas en el Pasaje Rivarola como corresponsal de ‘Señales Populares’. Te seguirán por las calles y avenidas los más pobres, una y otra vez tus auténticos camaradas. Seguirás propagando, muchas veces con una pierna a la rastra, con la salud hecha pedazos, la lejana y tan cercana revolución chavista mientras siga siendo carne aquella copla de Alí Primera: ‘Los que mueren por la vida es prohibido llorarlos’. Negro, un brindis por tu buena vida …y hasta que nos volvamos a encontrar”.