Roberto
Baschetti

Corvaglia, Roberto

(En la fotografía pelilargo, con polera oscura, al lado del “Tala” Ventura, en una conferencia de prensa improvisada de la JUP, el 23-8-74). “Toti” para todo el mundo. Nació el 2 de febrero de 1947. Siempre cuenta que la acción de enfrentamiento al régimen que hizo la CGT de los Argentinos lo hizo peronista. Estudiante de Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires. Primero fue parte del cuerpo de delegados de esa facultad, luego fue fundador de la Tendencia Universitaria Popular de Arquitectura y Urbanismo (TUPAU), en esa misma alta casa de estudios universitarios, a continuación, la Corriente Estudiantil Nacional y Popular (CENAP) lo tuvo entre sus miembros y luego al conformarse la agrupación de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) se sumó a ella. Acrecentando su compromiso con el peronismo revolucionario, militó en Montoneros. Activó en una Unidad Básica Revolucionaria (UBR) y siguiendo los cánones de su organización se proletarizó y trabajo duro. Dos años después del golpe cívico-militar de marzo de 1976, partió al exilio con su compañera Marta Aguilar con la que tuvo tres hijos: Julián, Morena y Lucía. Primero recaló en Brasil y luego llegó a España. En la península ibérica fue un activo participante de las denuncias al régimen oligárquico militar en nuestra patria y de actividades con otros exiliados, por ejemplo, denunciando la masiva presencia de presos políticos y “desaparecidos” en nuestra patria. Fundador del Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA) y de la Mesa Peronista en Madrid, luego de la ruptura de su organización madre, pasó a militar en Montoneros 17 de Octubre. Terminada la dictadura volvió a la Argentina y trabajó más de 20 años en la función pública en Capital Federal, en la Auditoría de Gobierno de la CABA, sin descuidar su militancia en centros vecinales y unidades básicas varias. Así fue, que siguió militando entusiastamente en el peronismo en general y en el kirchnerismo en particular. Un cáncer de páncreas se lo llevó de nuestro lado el 25 de marzo de 2020. Todos los que lo conocimos lo quisimos, sin excepción. Y en el relato de un HIJO de compañeros que creció a su lado va este homenaje colectivo –de todos nosotros- a su persona de bien. Juan Grande (hijo de Carlos Armando “Pilo” Grande; ver su registro) escribió: “Ayer se nos fue el Toti. Que puedo decir… Mi primer recuerdo sobre él, es en una nebulosa, allá por el año ’78 cuando yo tenía 4 años. Él está ahí, en el primer recuerdo que tengo de nuestra llegada al exilio en Madrid. Llevándonos a la casa de Nora Patrich. El Toti no me era desconocido ya que había sido compañero de mi Vieja en la Facultad y en la militancia. Desde ese primer recuerdo, el Toti siempre estuvo, de una forma u otra. En la infancia lo recuerdo casi como un padre. Siempre pendiente de nosotros y en particular de mí. Con regalos en las fiestas, con convivencia, casi permanente en mi casa o en la suya, o en la de quien fuera. Siempre tirando posibilidades, una ida a la sierra, acompañarnos a la playa en vacaciones, una salida a la Casa de Campo, algún curso de tenis. Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero: Un compañero más trosko de la cuenta, había caído a última hora en Nochebuena, con hijos chicos y sin regalo, porque no creía en la Navidad. Entonces mi Vieja y el Toti separaron algunos regalos nuestros y se los pusieron a esos pibes. El Toti era eso, una persona generosa como pocas y que vivía la vida siempre agrupando gente alrededor en base a un cariño y una solidaridad que se daba plena, como debe ser, sin esperar nada a cambio. El Toti, también estuvo, ¡cómo no! también enlos momentos duros. Por ejemplo, cuando vine a decirle a mi Vieja que me quedaba a estudiar en España. Recuerdo que todo el mundo me decía,que laburar y estudiar es muy duro, ‘no vas a poder, vas a acabar dejando los estudios’. Él me invitó a comer a un bolichón de La Boca, de laburantes. Ravioles con tuco y pesto de por medio, me dijo que le parecía bien mi decisión, que ellos habían laburado, estudiado y militado; porqué yo iba a ser menos; ‘No hagas cagadas, eso sí’ y una palmada en la espalda. También estuvo ahí en el peor momento de mi vida, cuando se murió mi Vieja (Graciela Chiappe – La Gorda Graciela; ver su registro). Me voy a acordar siempre de su abrazo fuerte en el velorio y su comentario al cura que hablaba y hablaba y yo solo lloraba y quería que se callara. ‘Bueno, vamos acabando, ya está’, le dijo. Y también firme: ‘Manu agarrá de ahí el cajón, vamos…’ Resolutivo. El último mensaje que me mandó, hará tres o cuatro semanas fue: ‘Manu, averiguá a ver si ahí, en Santa Rosa (vivo en La Pampa) hay alguna cabaña, o algún lugar donde podamos quedarnos 4 o 6 personas; estamos planeando ir a visitarlos cuando venga tu hermana’. Siempre hasta el final, organizando para juntar almas y cariños. Se nos fue, pero con su partida, otra vez generando reunión dealmas y corazones, de cariños, de recuerdos. Un montón de gente, estamos desde ayer juntos, imaginariamente, en un mismo lugar, en una misma emoción, ¡qué cuarentena ni que mierda!”. Me gustaría terminar esta reseña sobre su persona con una sonrisa, contando un hecho ocurrido y del que fue protagonista Corvaglia cuando en las calles se enfrentaba a la dictadura militar del general Lanusse. Arquitectura decide hacer un acto relámpago, en la intersección de Cabildo y Virrey del Pino, barrio de Belgrano, en una concesionaria de autos yanquis. La idea era romper el blindex, tirar un par de molotov y un grupo pequeño en la vereda de enfrente volantear y dispersarse. Cabe aclarar que después de tantos ataques a bancos y aconcesionarias de automóviles, empezaron a cambiar los vidrios comunes por blindex que eran mucho más difíciles de romper. Llega el Toti con la primicia de que los blindex se podían romper con manzanas. Día del acto relámpago: Grupito de un lado de la vereda de Cabildo mirando como venían caminando por la vereda de enfrente, la de la concesionaria, Alberto Bello, Horacio Machi y Roberto Corvaglia. Se paran frente a la concesionaria y empiezan a los manzanazos. La gente los mira azorados. Los compañeros de enfrente, veían entre horrorizados y perplejos, como las manzanas se estrellaban contra el blindex y se deslizaban para abajo embebidas en su propio jugo. Pero de que se rompiera algo ni noticias. Los que tenían que tirar los volantes por el aire lo hacen igual y en la confusión ni se percatan que uno de ellos (La Gorda Graciela) es detenida por un cana de civil. Al día siguiente cuando se juntan todos los participantes del atentado frustrado se enteran que para que la cosa hubiese funcionado, dentro de las manzanas debían haber puesto bulones, así la manzana estrellada hacía vibrar el blindex convirtiéndolo en una superficie más vulnerable para cuando pegaba el bulón que venía adentro.