Roberto
Baschetti

Corvalán, Eduardo

“Corbata”. Nació en Tucumán en 1937. Hijo menor de 6 hermanos. Ya en Buenos Aires con su hermano Juan Carlos son internados en el Instituto “Saturnino Alzaga Unzué” de la ciudad bonaerense de Mercedes, sufriendo los maltratos comunes a esos pibes abandonados a la buena de Dios. “Yo conocí el submarino a los cinco años en ese instituto. Te agarraban de las patas y te metían en el agua de cabeza. Te cagaban a palos, a cachetadas, a trompadas. Las celadoras y las monjas apagaban las luces y pasaban envueltas en una sábana, que era supuestamente un fantasma al que llamaban ‘Missia Pepa’ para que así, nadie se levantara de noche. Te metían el terror desde pendejo. Te cagaban a palos por mearte. Yo salí tartamudo…”. Por eso, siempre repetía, “Tuve suerte, crecí con el peronismo”. Y sigue rememorando los tratos despectivos que recibía de las clases altas y la Iglesia Católica con sus limosnas y humillaciones: “Nos llevaban a fiestas parroquiales en las iglesias del Pilar y del Socorro. Había una tarima y pasaban las familias. Mientras las viejas las ‘relojeaban’ sentadas, una anunciaba: ‘ahora pasa la familia tal… que el marido la abandonó’. Anotaban en un cuaderno y le daban azúcar, yerba, fideos y pasaba otra por la tarima y de vuelta la misma cantinela”. Con justa razón, Corvalán, afirmaba sabiamente “… después de ese trato, nadie me tenía que explicar lo que era la oligarquía”. Para todos los trabajadores, del 45’ al 55’ son años de alegría, felicidad y euforia por un futuro de bonanza que parecía eterno. Contaba siempre a sus amigos, que, gracias a Evita, su familia tuvo las necesidades básicas satisfechas y gracias a Perón pudo habitar una casa en la localidad bonaerense de Caseros, que fueron pagando en cómodas cuotas mensuales que descontaban del sueldo de su progenitor. De aquella época, tuvo una experiencia laboral en el correo, repartiendo correspondencia. Y de la misma cuenta, “Aunque parezca mentira, la zona de las mejores propinas era la de los conventillos y los hoteles más bajos de Palermo, en la zona de las bodegas de Pacífico. Te daban mate, comida y no menos de 50 centavos de aquel tiempo. Iba a las zonas bacanas de Palermo y las mucamas te recibían con cara de asco y te ibas sin propina”. Pero cae Perón y regresa una realidad sombría. Hay que volver a luchar. Su adolescencia se inició con la “Resistencia Peronista”. Pero no entró de golpe a la misma, sino que una vez más la observación diaria, lo llevó a saber de qué lado tenían que estar. “Después de la caída del gobierno, en mi casa, mi vieja y todas las viejas lloraban y le ponían velas a Evita y a todos los santos. Yo hasta ahí cero de militancia, trabajaba en el Policlínico ‘Eva Perón’ de San Martín. Tenía un quilombo en la cabeza… En mi casa lloraban y en el Policlínico los médicos decían ‘cayó la tiranía’ (…) después en el Policlínico empezaron a quemar las frazadas y todo lo demás ¿eso no era para la gente? Tiraban ropa, pulmotores. Se acabaron los dietólogos para la comida de los enfermos. Sacaron los ómnibus que llevaba gente al hospital y los usaban para llevar a los militares y sus familias al cine con los mismos choferes. Ahí empecé a enganchar lo de antes, sobre quién era la oligarquía”. De cuando empezaron los ‘caños’ de la Resistencia Peronista, tiene otra anécdota, que pone la piel de gallina: “Me acuerdo de un médico de cirugía –Félix Berna, que luego fue médico del seleccionado de fútbol argentino- que venía del quirófano a las puteadas, entre indignado, incrédulo y admirado. Decía ‘Negro hijo de puta, se muere y sigue gritando, se está muriendo y no deja de gritar ¡Viva Perón!’. Era un muchacho al que le había explotado el ‘caño’ que llevaba y le había reventado las tripas. Se murió aquel muchacho”. Así es como “Corbata” se suma a los primeros grupos de la Juventud Peronista dando forma a la J.P. en el barrio “Evita” de Caseros. Trabajador más tarde, en el gremio de los telefónicos (FOETRA), adscribió a los postulados de la Lista Marrón y militó en el Peronismo de Base. Desde esa trinchera gremial, enfrentó al vandorismo, a la burocracia sindical, al brujo López Rega y sus secuaces y mucho más tarde al traidor de Carlos Menem. El golpe del ’76 lo lleva a ser perseguido por la dictadura; es apresado y llevado a un CCD (posiblemente “Club Atlético”), pero en 1977 lo largan. Sigue en el sindicato de los telefónicos hasta que la privatización de Menem lo deja en la calle. Eduardo “Corbata” Corvalán se suicidó a principios de diciembre de 2006 tomando una trágica decisión que nos golpeó a todos los que lo conocimos, por igual.