En esta misma página web de militantes, en una parte de la caída del “Negro” José Sabino Navarro, comandante montonero, cuento sobre su muerte: “La muerte, también femenina, lo atrapa y no lo deja ir en esa provincia, por las sierras de Alta Gracia, en la localidad de Agua Negra. El 22 de julio de 1971 lo sorprenden tratando de ‘hacerse’ de un par de automóviles en Río Cuarto, con tres compañeros más. Los necesitaban para un operativo. Comienza una persecución implacable de la policía provincial que lo hiere en el hombro, en una pierna y lo acorrala mal herido, en la zona serrana. Antes de morir desangrado, tiene tiempo para ordenar a un compañero suyo (Jorge Alberto Cottone) que se escabulla, como éste no quiere dejarlo solo, le ordena: ‘Yo soy el Jefe y ordeno que usted se salva’” Y se salvó. Pero Cottone luego, fue detenido siete días más tarde, el 29 de julio de ese mismo año, cuando intentaba burlar el cerco policial tendido en su búsqueda y estuvo preso en la dictadura militar de Lanusse. Cottone por entonces con solo 23 años de edad era estudiante universitario y provenía del catolicismo, desde esa identidad se sumó a Montoneros. Sus últimas actividades laborales fueron como Consejero de la Fundación El Libro por FAIGA (Federación Argentina de Industrias Gráficas y Afines) y Presidente de la Unión Gráfica Argentina Regional (UGAR). Lo sorprendió la muerte en su querida Córdoba el 10 de agosto de 2022. Otro montonero primigenio –Luis Rodeiro- escribió en Facebook un bellísimo texto titulado “Carta urgente a un compañero” del cual extraigo: “Querido amigo, me agrada recordarte los 30 de marzo, cuando todo era fiesta porque cumplías años. No fui a despedirte, cuando te fuiste. Me partía el ‘cuore’. Por eso te recuerdo en ese festejo, que compartí muchas veces y que desbordabas alegría, cantando al son de tu guitarra, canciones que compartíamos a los gritos, mientras apurábamos un vino. Cuando dejabas a un lado la guitarra y te ponías a bailar chamamé con tu compañera que formaba parte de tu vida, de tu cuerpo, de tus lágrimas y tus sonrisas, mientras las bogas, tranquilas, a tus órdenes se doraban en la parrilla, esperando. Cuando tus mujeres cercanas –esas hijas hermosas que habías cincelado como un artista, siempre junto a Stella- se unían a esa alegría común con los amigos y compañeros. Y había un momento para hablar de política, de revoluciones frustradas, de participación, de militancia, de música, de poesía o de la vida. Y por eso cuando pienso en vos, me recuerdo de una canción que me cantaron los amigos del exilio mexicano, una canción de amor (la amistad es una forma del amor), una canción de tristeza enojada por la partida, pero cálida en lo que quedaba. En una parte, decía: ‘Cuantas cosas quedaron prendidas / hasta adentro del fondo de mi alma. / Cuantas luces dejaste encendida / Yo no sé cómo voy a apagarlas’. Es lo que me subía a la cabeza, cuando me negué por cagón, a despedirte el día que partiste. Preferí elegir este momento, cuando cumplís años, puntualmente, porque lo seguís cumpliendo en la memoria. Es esta fecha cuando renuevo que no pienso apagar las luces que dejaste encendidas. Es en este día que escucho aquella canción que cantabas con todo el cuerpo, desde la ventana que había en la puerta de la celda, desde la nostalgia por las ausencias de los seres amados: ‘La lluvia que cae / tal vez esté mojando tus cabellos/ negros, negros / como el abismo que en mi alma llevo. / Aún recuerdo aquella boca que reía / cuando nada me importaba porque entonces eras mía / sufro la agonía de estar solo con mis penas, / con mis dudas y esta cruel melancolía’. La canción del ‘cajeteo’, le habíamos puesto por nombre. Y no digo, cuando resonaba tu voz y el pabellón se convertía en un solo alarido: ‘No sé. / No recuerdo bien / que quería el carcelero / creo que una copla mía / para aguantarse el silencio / para aguantarse el silencio / Le regalé una paloma al hijo del carcelero / cuentan que le dejó ir / tan sólo por verle el vuelo / Qué hermoso va a ser el mundo / del hijo del carcelero / del hijo del carcelero’. ¡Feliz cumple! Jorge Cottone, amigo y compañero. Querido ‘Cacha’, vivo en la memoria. Dormí tranquilo que, a pesar de los pesares, no nos han vencido. Seguimos regalando palomas a los hijos de los carceleros”.