“El Negro”. “El Petiso”. “Tito”. Nació el 26 de julio de 1942. Fue el primer hijo de los tres que concibió el matrimonio conformado por Sábado Antonio Deleroni y Juana Evangelista. Su infancia y los primeros años de adolescencia los pasó en el barrio porteño de La Chacarita, (cerca de la estación Lacroze) descollando por su habilidad en los potreros para jugar al fútbol: “podría haber jugado en cualquier equipo de primera” era el comentario unánime de los vecinos. En el año 1957, la familia y él se mudaron a San Miguel, partido de General Sarmiento, provincia de Buenos Aires. Se recibió de Perito Mercantil en la Escuela Nacional de Comercio “Juana Manso” de esa localidad del noroeste bonaerense, donde años más tarde también se desenvolvió como profesor. Fue asesinado el martes 27 de noviembre de 1973, a las cuatro de la tarde, en la estación “San Miguel” del ferrocarril General San Martín. Con él murió su esposa, Nélida “Chiche” Arana (ver su registro). “Tito” Deleroni a los 17 años de edad participa en la huelga general del Frigorífico “Lisandro de la Torre” (1959). Con otros compañeros funda el Movimiento de la Juventud Peronista (MJP) de José C. Paz, en esa localidad de la provincia de Buenos Aires. Ingresa a la Facultad de Derecho e integra la primera Juventud Universitaria Peronista a través de ANDE (Agrupación Nacional de Estudiantes). Al recibirse de abogado actúa como defensor de presos políticos y gremiales en la CGT de los Argentinos (1968) tomando parte de su cuerpo de letrados y siendo así mismo fundador de la Comisión de Familiares de Detenidos (COFADE). Al morir contaba con 31 años de edad y era un activo militante del Peronismo de Base (PB) y de las Fuerzas Armadas Peronistas – 17 de Octubre (FAP-17). Su matador fue Ricardo Julio Villanueva, un lumpen –paradójicamente también abogado- que trabajaba como custodia en el Ministerio de Bienestar Social, cuyo titular era José López Rega y que estaba ligado a la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Cuando compareció ante el Juez se autodefinió como “depurador de marxistas dentro del Movimiento”. Pero no terminaron ahí las acciones de los mercenarios: “Veinticuatro horas después del asesinato de Deleroni, su cuerpo fue velado en la sede de la Unidad Básica 17 de Octubre en San Miguel, donde se levantó la capilla ardiente. Eran las 16, se cumplían exactamente veinticuatro horas del atentado fatal, cuando un hombre, vestido de civil, irrumpió en el lugar empuñando un arma de fuego, disparó contra la gente que estaba en el lugar y se fugó. Al huir se lo vio subir a un taxi con chapa de la Capital Federal, que atropelló a una criatura, que debió ser internada. Los abogados que estaban en el lugar pudieron averiguar que el que realizó el atentado era el sub ayudante Rivero, destinado en comisión en la comisaría de Morón. Los denunciantes declararon que, al llegar a la comisaría, vieron el automóvil estacionado en la dependencia y al agresor circular por el interior ‘sin ningún tipo de dificultades’. La saña con que se atacaba a Deleroni aún después de muerto, hizo sospechar que su trabajo de abogado había molestado a gente muy vinculada con el poder, y que la impunidad era una de las características de los que atentaban contra él cuando estaba en vida, y luego ya muerto”. (“Tierra de sombras”. Fabián Domínguez. El Bodegón ediciones. 2019). Y era así nomás. Deleroni en vida había investigado sobre el rol del cuñado del presidente Juan Perón sobre su responsabilidad en apremios ilegales en una dependencia policial, en cierta oportunidad. Sospechas bien fundadas señalaban que las torturas que había sufrido uno de sus clientes en la comisaría de San Miguel, comprometían al hermano de la vicepresidenta de la nación Isabel Martínez. Se llamaba Carlos Enrique Martínez, vivía en el barrio Manuelita, era dueño de una carnicería y en marzo de 1966 había sido detenido –Comisaría de San Miguel- junto a otras personas acusado de ser el entregador en el robo de un banco en Grand Bourg, provincia de Buenos Aires hecho con fines de lucro personal y no político. “Los profesionales de la Gremial de Abogados recordaron el patrocinio de Deleroni en el secuestro denunciado por el militante peronista Alberto Casariego, quien en su denuncia manifestó ‘haber sido víctima de apremios ilegales por personal de la comisaría de San Miguel, entre el cual señaló a un oficial inspector de apellido García’. La cuestión fue más allá, pues los letrados explicaron que tanto el policía García como las demás personas que lo golpearon, invocaban órdenes supuestamente emanadas de Carlos Enrique Martínez, hermano de la señora vicepresidenta de la nación, doña María Estela Martínez de Perón”. (“Tierra de sombras”. Fabián Domínguez. El Bodegón ediciones. 2019). Al que esté muy interesado en el tema recomiendo la lectura de la Tesis de Maestría en Historia, llevada adelante por Hernán José Merele, bajo el título de “La ‘depuración’ ideológica del peronismo en General Sarmiento (1973-1974)”. Una aproximación al proceso represivo durante los años setenta, a partir del caso de Antonio ‘Tito’ Deleroni”.