Roberto
Baschetti

Di Bernardi, Hugo

Nació en 1931 y murió en el año 2014. Suboficial del Ejército Argentino en la Banda de Música del Regimiento 7 de Infantería de la Plata. Junto a otros jóvenes suboficiales del mismo regimiento tomaron el mismo y se sumaron a la revolución comandada por el Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno (ver su registro), el 9 de junio de 1956, en aras de combatir a la sanguinaria dictadura de Aramburu y Rojas, sacarla del gobierno y llamar a elecciones sin proscripciones de ninguna naturaleza. Hugo Di Bernardi fue toda su vida peronista y en esos momentos tenía 24 años, esposa y un hijito de tan solo 5 meses de vida. En esta asonada revolucionaria además de tomar el predio militar antes citado, junto a un cabo, un soldado y dos civiles –todos a su mando- tomaron la planta transmisora de Radio Provincia a la espera de la orden de transmitir, pero al complicarse la revuelta y nunca llegar esa orden, con buen criterio Di Bernardi se retiró no sin antes llevarse consigo unos cristales que trabajan como filtros y sin esos filtros la transmisora no podía funcionar. Ya de vuelta en el regimiento y fracasada la intentona revolucionaria, muchos de los ocupantes se retiraron, pero Di Bernardi con otros compañeros decidieron quedase hasta las últimas consecuencias, y con una ametralladora pesada 12,7 mm que encontraron por ahí, trataron de hacer una antiaérea a sabiendas de que los militares partidarios de la “Revolución Libertadora” desde sus aviones iban a ametrallar y bombardear si fuese necesario. Vano intento: con la primera ráfaga que dispararon la ametralladora saltó de su improvisado trípode de apoyo. Además, la onda expansiva de un bombazo lo tiró varios metros y le ocasionó un dolor de espalda que nunca se le fue del cuerpo en toda su vida y con el tiempo supo, que tenía desplazadas dos vértebras. Ya detenido negó haber disparado en la contienda. Tuvo que hacer frente a un interrogatorio, por parte del Teniente Coronel Guilera, que la noche anterior había entregado el regimiento a su cargo sin disparar un solo tiro cuando lo sorprendieron en una fiesta familiar. El desopilante diálogo que transcribo es parte del libro de Rubén Flores García titulado “Los fuegos de junio” y dice así: “El teniente coronel le espetó: ‘¿Cómo puede ser? ¡Un cabo primero!’ –casi ladraba tratando de explicarse la osadía de ese subalterno ubicado en el lejano extremo del escalafón militar. El cabo se limitó a mirarlo sin contestar. ‘¡Y encima músico!’ añadió Guilera, con un toque de desprecio clasista a la doble condición del reo: suboficial y además no combatiente. La falda del poncho se había deslizado ahora hacia un costado y mostraba el reluciente empavonado de la (ametralladora) Halcón. El cabo observó como el jefe levantaba el arma y la apuntaba amenazante hacia su pecho. Guilera cambió la fórmula del regaño altanero por la investigativa: ‘¿Por qué no hizo nada para retomar el regimiento?’ La pregunta parecía ridícula, conociendo el superior la verdad de antemano. Di Bernardi ensayó una expresión casi de humildad y contestó con mansedumbre: ‘Y… siendo usted jefe del regimiento y acompañado por oficiales no pudo hacer nada… ¿qué iba a hacer yo?… un cabo primero’ – y tras una breve pausa, el joven suboficial pareció querer agregar algo más y coronó la frase con un velado sarcasmo: ‘… y encima músico’. La expresión de Guilera mutó del desprecio a la súbita ira. El incómodo silencio podía dar lugar a cualquier reacción por parte de ese hombre armado. El teniente Guillase terció rápidamente para terminar con el interrogatorio. Ordenó al centinela con un gesto rápido del índice que reingresaran al preso al calabozo antes que el teniente coronel perdiera el control de sus actos”. Levantada la Ley Marcial se salvó de morir fusilado y junto a otros suboficiales peronistas fue a dar a la cárcel de Olmos donde lo alojaron en un subsuelo húmedo, mugroso y con un solo pozo a la vista, que hacía las veces de letrina para todos. Cuando Di Bernardi pidió una colchoneta pensando en una involuntaria omisión de sus carceleros, le contestaron: “¡El colchón andá a pedírselo a Perón! Y fue ese mismo Perón quien reconoció su valor y su lealtad a la Causa Peronista, lo ascendió dos grados y le devolvió el estado militar y además lo designó como parte de su custodia personal durante su tercer gobierno en 1973.