Roberto
Baschetti

Díaz, Ricardo

Nacido en Pergamino, provincia de Buenos Aires, en la primera década del siglo XX. “Moyongo” Díaz fue payaso en el circo “Didi” propiedad de su padre y también protagonista de los sainetes que la compañía interpretaba: desde la vida de Juan Moreira a las aventuras de los bandidos rurales. Cansado de vivir a los saltos, para 1942, “Moyongo” se va a vivir a Rosario e ingresa a la policía provincial. Al tiempo llega el peronismo y con él las mejoras laborales y la posibilidad de comprarse una casita en el Barrio Saladillo. Se vuelve un incondicional de la Revolución Peronista. Protagonizada la asonada militar que derrocó a Perón de la primera magistratura en septiembre de 1955, inmediatamente comenzará la Resistencia Peronista y el “Moyongo” Díaz no se va a borrar, precisamente. Cuando ocurre el alzamiento de Valle, en junio de 1956, el Comisario Díaz va a poner a disposición de los insurgentes las 14 carabinas pertenecientes a la comisaría 16, dependencia policial a su cargo ubicada en la localidad de Tiro Suizo. Y no solo eso, también con la ayuda de otro compañero policía, el sumariante Vigil, se apodera del predio donde se alza la antena de LT2 y a las 23,25 hs. de ese 9 de junio comienza a transmitir el “Movimiento de Recuperación Nacional” que pretende terminar con la tiranía de Aramburu y Rojas. El fracaso de la revolución en Buenos Aires, los lleva a resistir heroicamente dos horas el asedio militar por recuperar la emisora y luego deciden replegarse. Como era de esperarse el “Payaso” Díaz es expulsado de las fuerzas policiales y se lo busca denodadamente, hasta que el 12 de junio es apresado junto a su fiel compañero Vigil. Zafan de ser fusilados por la astucia y nobleza de un capitán de ejército, de apellido Gentile, que no quiere verse envuelto en asesinatos injustificados e inventa un desperfecto en el colectivo que los llevaba a la muerte, como una manera de ganar tiempo. Díaz va a parar con sus huesos a una cárcel, la denominada “Redonda”. Recuerda el “Chancho” Lucero: “En la cárcel el ‘Payaso’ Díaz se convierte en nuestro referente. Eramos obreros, hijos de obreros, adheríamos al Peronismo por las conquistas sociales, nuestra reacción tenía que ver con la indignación por lo que nos estaban robando, pero no con una formación ideológica. En cambio, él estaba adoctrinado, ideológicamente sabía lo que quería. Y nos empieza a explicar muchas cosas…”. La familia de Díaz a su vez debía hacer malabares con su economía maltrecha para poder adquirir la insulina que el ex comisario precisaba para sobrellevar su diabetes; medicina que no siempre lograba llegar a destino debido a la dureza de un régimen carcelario de extrema rigidez. A principios de 1958 con la amnistía presidencial de Frondizi queda en libertad, pero muy deteriorado en su salud. Fallecerá sin llegar a ser testigo de la concreción popular que fue aquel anhelo masivo del regreso de Perón a la Argentina. Como dice “Edu” Toniolli –de H.I.J.O.S. Rosario- que se puso a investigar su vida, “persisten en el recuerdo algunos poemas, infinidad de anécdotas familiares que hablan de dignidad, y los relatos que sus compañeros, más admirados por el histrionismo y la capacidad oratoria de Díaz, que preocupados en discutir la verosimilitud de tal o cual suceso, escuchaban arrobados. Historias donde lo más importante terminaba siendo el trasfondo épico, y la sospecha, renovada relato tras relato, de que otros lo habían antecedido en esa tozuda y siempre reeditada pasión argentina de resistir la injusticia y la entrega”.