Todos en la militancia lo conocían por “Tuli” Ferrari. Hay otros que dicen que su apellido era con ese final, es decir, “Ferraris”. Histórico militante de la primera Juventud Peronista (JP). Fue uno de los que tomó por asalto el retén de Aeronáutica situado en la urbanización de Ciudad General Belgrano (Ciudad Evita), Partido de Ezeiza, en marzo de 1960. Es más, Él vivía en Ciudad Evita. Por esa acción y tantas otras de resistencia al régimen de turno sufrió cárcel y persecuciones que en nada mellaron su fe peronista. Quienes lo conocieron lo recuerdan como un compañero que era todo un intelectual, también muy histriónico y con un gran sentido del humor, como lo parece atestiguar esta foto. Reproduzco lo que sobre él sale en el libro de Jorge Giles (g.e.s. narrativa. 2023) dedicado a Carlos Caride: “Carlitos apreciaba mucho a ese muchacho peronista alto y fornido que no paraba de invitarlos a sumarse a las reuniones que venían haciendo algunos compañeros de Ciudad Evita, en el partido de La Matanza. El Tuli solía traer una charretera de milico, un birrete y un casco que le sacaba a escondidas a su viejo, que era un ex militar. Con un casco de esos se cubrió la cabeza el día que se unió a la toma de un regimiento por militares nacionalistas. Era el Tuli que los formaba en las ideas de trascender las fronteras porque ‘Latinoamérica entera tendrá que ser peronista cuando vuelva el General’, arengaba. La patria liberada era, para el Tuli, la patria latinoamericana liberada. El Tuli era un filósofo peronista de la Resistencia, unos pocos años mayor que Envar y Carlitos. Había nacido el 7 de noviembre de 1937, pero a los veintidós años ya hablaba como un hombre mayor, como un veterano. Les enseñaba que cosa era la ‘pertenencia de clase’ y la ‘conciencia de clase’ y los ‘intereses de clase’ y las primeras nociones de marxismo las recibieron de él, con ese Tuli que bromeaba que el viejo Marx fue un peronista alemán del siglo XIX. Cuando filosofaba sobre el ‘ser peronista’, y el ‘ser militante’ y el ‘ser revolucionario’. Carlitos, que era una esponja, lo escuchaba con una devoción casi mística”.