Roberto
Baschetti

Ferrari, Libertario

“Libio” para sus amigos. Nacido en 1912 en el barrio de Caballito en el seno de una familia de luchadores, ya que su padre Tomás (combatiente en la guerra civil española) y su abuelo Cesáreo fueron anarquistas. Ex militante del radicalismo se fue de éste partido, cuando el mismo comenzó a coquetear con el establishment y los conservadores. Entonces con 18 años se acercó a los hombres de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), los mismos que denunciaban y proclamaban: “somos una Argentina colonial, queremos ser una argentina libre”. Se hizo muy amigo de Don Arturo Jauretche. Ferrari era peón en la “Compañía Primitiva de Gas”, el monopolio británico de abastecimiento de ese hidrocarburo en Buenos Aires. Delegado de la Asociación de Obreros y Empleados del Estado, fue el que volcó la votación en el seno de la Confederación General de Trabajo el 16 octubre de 1945, para que los trabajadores fueran a la huelga y se movilizaran por la suerte de Perón. Eso pese a que su gremio le dio expreso mandato de oponerse al paro. ¿Qué pasó? Pasó que la noche anterior al Congreso de la C.G.T., Libertario Ferrari se reunió con Jauretche y éste le recomendó que apoyara la medida de fuerza debido a todo lo que se jugaba en ese trascendental día. Por eso en la jornada siguiente, reunidos los delegados cegetistas, Libertario pidió la palabra y dijo: “Tenemos que aprovechar este momento excepcional favorable para nosotros, pues sino habremos perdido la lucha por muchos años. No olvidemos que la oligarquía está unida al comunismo y los comunistas no necesitarán mucho tiempo para quitarnos la dirección del movimiento obrero y entonces todo estará perdido (…) La huelga es en defensa de las conquistas obreras y contra la oligarquía”. También se dio tiempo para alertar sobre “el problema que crea al país la intromisión del imperialismo extranjero por intermedio de su personero máximo Mister Braden”, en referencia al embajador de los EE.UU. Desde el peronismo naciente se le ofreció un cargo como diputado nacional para las elecciones del ’46, agradeció la propuesta, pero la desechó: “mi puesto de lucha se encuentra en el movimiento obrero”. En abril de 1946 integró la delegación de la C.G.T. que concurrió en México a la “Tercera Conferencia Interamericana del Trabajo” donde esperaban agazapados aquellos que querían mostrar al peronismo como un fascismo o nazismo trasnochado y rechazar la presencia de los delegados argentinos. Su voz dejó en claro las diferencias ideológicas entre esas posturas y desbarató la estratagema imperial, ya que atrás de la misma estaba el estadounidense George Meany, representante de una ignota Federación Americana del Trabajo y el mexicano Vicente Lombardo Toledano, secretario general del Partido Socialista Popular en ese país y cabeza de la Confederación de Trabajadores Latinoamericanos. Una nota de color: al llegar al país azteca se encontró con su padre y con Simón Radowitzky, anarquista y mítico ejecutor del jefe de policía Ramón Falcón en Buenos Aires veinte años atrás; un uniformado que gustaba perseguir y matar a obreros y militantes amparado en su impunidad. Un año más tarde, Libertario Ferrari fue designado por sus pares para representar a la misma C.G.T. en el Congreso Anual de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra. El vuelo en que iba, de la Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA), en la noche del 10 al 11 de junio de 1947, se precipitó a tierra y se estrelló en Natal, Brasil, muriendo todos los pasajeros. El gobierno peronista ayudó económicamente a los deudos de Ferrari y de otro compañero, Felipe Pietromica asesor de aquel, también fallecido en el mismo accidente. En el ámbito legislativo hizo saber su decisión: “El Estado está obligado a concurrir y a amparar a los que le han servido, evitando que estos hogares proletarios sufran las consecuencias de la desaparición prematura de sus jefes, que han inmolado su vida por la Patria”.