Roberto
Baschetti

Ferrarons, Juan Máximo

Militante montonero, abogado, 25 años. Falleció transportando material explosivo en un automóvil en Rosario junto con otros dos compañeros. Ocurrió en la madrugada del 9 de septiembre de 1974 cuando fueron alcanzados por bombas unos diez objetivos diferentes en esa ciudad, tales como la Agencia Télam, el Club Rosarino de Pelota, Molinos Río de la Plata y la Sociedad Rural. A su entierro en el cementerio de El Salvador, concurrieron alrededor de 500 jóvenes, que levantaron sus brazos haciendo la “V” de la victoria al paso de sus restos que fueron llevados a pulso hasta su morada definitiva. Rafael Bielsa, que lo conoció, rememora: “Muchos le decían el ‘Jorge Newbery rosarino’, los amigos de su tío Alejandro, camarista federal, los que lo admiraban como pilar del club de rugby ‘Duendes’, los que le codiciaban la pinta intratable, los que presenciaron como el cajetilla calzó de cross a más de un guapo que le hizo fintas. Pocos sabían que en política Juan Máximo Ferrarons era callado como un campesino del oriente antioqueño y tan escrupuloso como en su trabajo en la Fiscalía Federal. Esos le decían ‘Lato’. En su casa de la calle Salta Nº 2455 se reunía la Conducción Regional y no era infrecuente ver a dirigentes nacionales como Quieto a Vaca Narvaja, quienes lo trataban con una consideración que asombraba a los compañeros de facultad citados para estudiar ‘derechos reales’ a partir de las diez de la noche. Esa noche cenó con el ‘Garabato’ en el bar Blanco, de Alem y Avenida Pellegrini. Lo abrazó porque tenía que irse; había que llevar unos compañeros hasta la zona sur. El Ford Falcon verde esmeralda de su padre, modelo ’64, aquella noche quebradiza por el frío, ardería pocos minutos después como una llama votiva. Los despojos, estuvieron por varios meses en la puerta de la Seccional 16º, en Ayacucho y Boulevard Seguí. Un vecino que presenció el episodio no podía dejar de repetir a quien quisiera oírlo que el pibe del volante gritaba: sáquenla a ella, sáquenla a ella”. Quienes lo acompañaban en el vehículo en esa aciaga noche eran otros dos militantes: Víctor Hugo Codemo y María Guadalupe Porporato (ver sus registros).