“Negro Adrián”. Nacido en Ensenada, provincia de Buenos Aires, un 14 de abril de 1942. Su secundario –nocturno- lo hizo en la Escuela Industrial de la ciudad que lo vio nacer, en la especialización de Técnico Naval. El contacto en la escuela con personas más grande que también estaban en su curso lo hizo madurar rápidamente. Ya laboraba desde los 15 años cuando era cadete de la farmacia “Garay”. Una vez cumplido el servicio militar obligatorio como soldado paracaidista en Córdoba vuelve a su trabajo en Astilleros Río Santiago. Milita en Juventud Peronista. Su pareja, Beatriz Horrac, recuerda: “Yo lo conocí al Negro cuando empecé a militar en Villa Detri en Ensenada. Él era el responsable del barrio donde yo militaba territorialmente haciendo tareas para los chicos, asistiendo a las mujeres. Me acuerdo que para el primero de mayo del ’74, él, como responsable mío me dijo ‘Vos a la plaza no vas’, porque yo era muy joven, fue aquella vez que los Montoneros se retiraron de la Plaza”. Gallego deja el astillero en 1970 y pasa a la planta de Propulsora Siderúrgica, la empresa lo manda a Europa para hacer un curso de perfeccionamiento de “laminado en frío”. Pero vuelve y sigue con su trabajo y militancia. Retoma el relato Horrac: “Después pasó a militar en la J.T.P. de Ensenada, en la conducción de la J.T.P. y a tener una actividad más vinculada a lo político-militar y menos a lo territorial –podría ser uno de los que participó en la voladura de la fragata ‘Santísima Trinidad” de la Marina de Guerra, nada menos-. Hasta que es muy perseguido y se ve obligado a pasar a la clandestinidad a finales del ’74 (…) Él como responsable del barrio y como era de Ensenada, vivía en el barrio cercano al arroyo Doña Flora. Todo el mundo lo conocía. A mediados del ‘75, después de varias acciones en la zona, él empieza a trabajar vinculado a un proyecto, que era el de un grupo de Montoneros que se iba a ir al monte tucumano, pero que finalmente no se concreta en forma definitiva”. Su hija Andrea Gallego rememora que “sin saber lo que estaba pasando –yo tenía 6 años- el tiempo que él pasaba con nosotros era fugaz; porque venía a la noche y se iba esa misma noche de una forma rara, ya que se iba por la puerta de atrás (…) cuando entró gente encapuchada en casa, vestida de verde, le pegan a mi mamá para que revele donde estaba su marido; mi vieja jamás dijo nada y eso que la noche anterior mi papá había estado en casa, había venido herido de Tucumán, yo lo había visto herido, lo vi vendado y tampoco abrí la boca (…) Mi viejo estaba siendo buscado intensamente. En el verano del ‘77 mi abuela y nosotras lo veíamos en una quinta de Gonnet. En ese momento trabajaba de lo que podía, estaba haciendo trabajos de albañilería con otra persona; en un momento va a hacer un trabajo en una casa de La Plata, en 6 y 54, estuvieron como un mes trabajando ahí, ya estaban terminando y faltaba colocar un calefón, se fue hasta una ferretería a comprar algo para ese calefón y no volvió. Este compañero va a buscarlo, llega hasta la ferretería y pregunta por él y en la ferretería le dicen que no lo vieron, es decir que lo levantaron en la calle antes de que llegara a esa ferretería. Más datos sobre la experiencia de Tucumán, según el relato de Beatriz Horrac: “De ese grupo él vuelve solo a su casa, estaba herido, tenía una herida muy importante en el abdomen y según cuentan los que lo vieron en ese momento, vuelve con la misma ropa que tenía en el monte, con unas botas que tenía pegadas a la piel del pie y con mucha pérdida de sangre. Vuelve a su casa, lo atienden unos vecinos, lo curan. Ahí aparentemente hay alguna filtración de información porque allanan la casa, pero él logra escaparse. Se escapa por el río, pero se queda en la zona. Por compañeros que lo vieron en esos momentos él les comenta que su decisión es quedarse en Ensenada dando combate. Creo que nunca contempló irse del país, a pesar de que él ayudó a otros compañeros a irse”; y sigue aportando: “Durante ese tiempo que venía del monte tucumano, no tenía casa, estaba herido, huyendo y sin muchas redes de contención. Había encontrado una casa vacía que por las noches usaba para dormir; en esas circunstancias encontró un perro boxer que estaba lastimado y perdido, entonces el Negro adoptó al perro, lo curó de las heridas, lo lavó, le dio de comer y por lo tanto tenía perro. No tenía casa, no tenía compañeros, no tenía orgánica, no tenía nada, pero tenía perro. Tal es así que cuando finalmente logra estar en la casa de unos compañeros, está tres meses con ellos y va con el perro. Cuando el Negro se tuvo que ir de esa casa no pudo llevarse al perro y más tarde el Negro desaparece y el perro queda con esa familia. Estos compañeros cuentan que mientras estuvo el Negro con ellos todas las noches había guitarreada. El Negro sacaba la guitarra y cantaba; había chicos en la casa y hasta el día de hoy se acuerdan como si fuera un tío el que cantaba con ellos. Gallego fue secuestrado-desaparecido el 14 de abril de 1977 en un nuevo aniversario de su cumpleaños. Fue visto con vida en el CCD “La Cacha” antes de su asesinato, donde según cuentan sobrevivientes por las noches cantaba fuerte para que escucharan todos, la canción del “El Viejo Matías”. El aporte final lo hace su hija: “la abuela me contaba la militancia de mi viejo, que él, como todas las personas que no estaban, querían tener un país libre de pensamiento, que no haya una clase alta y otra baja, sino que todos tengamos derecho a todo y que podamos expresarnos libremente”. Además, Gallego, tenía un espíritu internacionalista que afloraba muchas veces. Se le escuchó decir en alguna oportunidad: “Bueno, si logramos tomar el poder o mientras dure la lucha, yo voy a estar peleando, pero cuando ganemos en la Argentina si hay que estar en otros lados yo voy a estar”.