“Chiquito”. Eran un joven de condición humilde, muy solidario y muy querido. Empezó trabajando como repartidor de carne hasta que pudo independizarse y poner una carnicería con su cuñado en William Morris (provincia de Buenos Aires/Ferrocarril General San Martín), muy cerca de su casa. Militaba en Juventud Peronista. Fue secuestrado por primera vez en 1976 y torturado en la comisaría de Hurlingham, para luego dejarlo mal golpeado, pero con vida, en General Rodríguez (también provincia de Buenos Aires). Se refugió dos meses en la vivienda de un tío suyo que vivía en la localidad de Pablo Podestá y luego volvió a W. Morris. Al año lo volvieron a secuestrar el 19 de febrero de 1977 por la madrugada, en Bustamante y Echeverry, Hurlingham, partido de Morón, provincia de Buenos Aires (Otro registro da como fecha el 16 de febrero del mismo año). Nunca más apareció con vida. Del operativo participaron cuatro automóviles celestes con cuatro tipos arriba de cada uno, todos de civil, armados y con postizos y medias en la cabeza para dificultar el reconocimiento de sus rasgos fisonómicos. Inclusive, había así mismo, gente armada en los techos vecinos participando del atropello. Dijeron que lo buscaban porque Jorge Alberto había repartido un camión de carne previamente expropiado, en una villa de emergencia. De la casa de sus padres se robaron todo. La familia estuvo vigilada y perseguida al menos por un año. Pero como bien dice aquella estrofa de canción de los ’70: “Quien muere combatiendo vive en cada compañero”. Y Garay siempre combatió aquel sistema injusto que llevaba a la pobreza y exclusión a millones de sus compatriotas. Por eso fue que el domingo 21 de diciembre de 2014 en horas de la tarde, la Comisión de la Memoria, Verdad y Justicia de Hurlingham rindió homenaje a “Chiquito” Garay con la ya tradicional colocación de una baldosa en el lugar donde fue secuestrado.