Militante de la causa nacional y popular fue un acusador implacable de los sectores oligárquicos y liberales. Nacido en Buenos Aires, el 4 de agosto de 1901, entró tempranamente en la literatura. En la década del ’30 militó en la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) un desprendimiento nacionalista del radicalismo que ya con Alvear se había bandeado hacia los turbios carriles del entreguismo y las componendas. El año 1945 lo encontró a cargo de la gerencia de la Cámara Argentina del Libro, una institución “paqueta” que miraba los cambios sociales que se iban produciendo en la Argentina como si fuera el desembarco de los bárbaros. García Mellid tuvo que optar entre conservar su cargo o ser argentino y eligió; el 17 de octubre de 1945 estuvo en la Plaza de Mayo reclamando la libertad del Coronel Perón. Quizás en consonancia con este gesto vivencial, un año más tarde publicó un libro en que clarificaba el sentido que tienen en nuestra historia los caudillos y las masas que los siguen: “Caudillos y montoneros en la historia argentina”, se titulaba. El gobierno peronista surgido en 1946 lo nombró director de Cultura de la Cancillería y a posteriori en 1949 fue embajador en Canadá. Su otro gran aporte intelectual fue el libro de su autoría “Proceso al liberalismo argentino”, una manera de visualizar la historia de nuestro país a través de la acción de los liberales (conservadores, oligarcas, etc.) en todas las épocas, quedando así al descubierto falsedades y traiciones al por mayor de estos seres “bienpensantes”. Caído el peronismo en 1955 debió exiliarse en Montevideo, donde siguió fiel a las banderas justicialistas. Aportó su pluma y sus ideas a varios diaritos de la Resistencia Peronista. Sus últimos años de vida que se desplazan hacia posiciones de derecha, en nada ensombrecen una vida dedicada a la causa nacional y popular. Falleció de un mal implacable el 11 de enero de 1972. El arquitecto Carlos María Zavalla me acerca un dato invalorable: García Mellid fue correo entre Juan Domingo Perón y Mao Tse Tung y cuando arribó a Oriente, fue nombrado por Mao “Visitante Ilustre de la República Popular China” y fue él mismo quien a su regreso le acercó a Perón un obsequio de Mao consistente en la figura de un “Dragón Azul” que el líder del Justicialismo como puede observarse en numerosas fotografías de la época, tenía decorando su biblioteca de Puerta de Hierro, muy cerca de otra figura, un Napoleón de porcelana.