Roberto
Baschetti

Gelman, Juan

La foto que ilustra esta reseña está tomada de un afiche policial donde se reclama su detención por militante montonero. Juan Gelman fue el tercer hijo de un matrimonio de judíos inmigrantes ucranianos. Nació el 3 de mayo de 1930 en el barrio de Villa Crespo donde la colectividad estaba muy arraigada y eso además lo llevó a ser hincha de Atlanta toda su vida. A mi entender fue el poeta de habla castellana contemporánea más importante que ha dado nuestro país. Su primer poema lo escribió de chico y fue para Ana su vecinita de juegos en el barrio, aquella de las rodillas sucias a quien amaba a escondidas. Creció con otros dos amores paralelos, como eran la política y el baile (tango). Así fue, como con solamente 15 años ingresó a la Federación Juvenil Comunista. En un principio se ganó la vida como empleado, camionero de una fábrica de muebles y vendedor de autopartes. En 1948 comenzó a estudiar Química en la UBA luego de recibirse como bachiller en el Colegio Nacional Buenos Aires, pero al poco tiempo dejó para dedicarse de lleno a la poesía, una decisión arriesgada que le valió un comentario ácido de su madre: “Nunca vas a ganar dinero con eso”. Pero con el tiempo ese “eso” sería fundamental para su vida y la de tantos otros que nos enriquecimos con sus escritos poéticos. En el mismo año que derrocaban a Perón del gobierno por la fuerza de las armas (1955), Gelman fundaba el grupo de poetas comunistas “El Pan Duro” con el fin de divulgar una poesía comprometida con las necesidades del pueblo. Como militante del Partido Comunista escribió en el semanario partidario “Nuestra Palabra” y en el diario “La Hora”. Isidoro Gilbert recuerda que Juan Gelman fue el primer procesado por la ley 17.401 de represión al comunismo cuando la oficina de avenida Córdoba 887 donde funcionaban varias agencias de noticias extranjeras de países socialistas fue allanada a mediados de junio de 1963 por la Policía Federal. Precisamente, luego, siendo corresponsal de la agencia china de noticias “Xin Hua” comenzó a revisar sus posturas ligadas al P.C. argentino y deslumbrado como tantos otros intelectuales por la Revolución Cubana y teniendo en cuenta la posición refractaria de los comunistas orgánicos nativos a esa experiencia revolucionaria caribeña de “El Che” y Fidel, rompió en 1964 con el P.C. A partir de ahí comienza un acercamiento al peronismo y a la necesidad impostergable de la lucha armada para desalojar del poder a la oligarquía y el imperialismo. Se liga a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) una organización guevarista que también abrevará en el peronismo revolucionario. Con la fusión de ambas organizaciones en 1973 pasa a ser oficial Montonero con el grado de Teniente. En 1966 comienza a ganarse la vida como periodista; un segmento de su vida ascendente que lo mostrará como jefe de redacción de la revista “Panorama” (1969), secretario de redacción y director del suplemento cultural del diario de centro izquierda “La Opinión” (1971-1973), secretario de redacción de la mítica revista de cultura “Crisis” (1973-1974) y jefe de redacción del diario montonero “Noticias” (1974). Para abril de 1975, luego de innumerables amenazas de vida contra su persona por parte de la Triple A, se ve obligado a un exilio forzoso pero que no lo apartará de la política. Vivirá en Roma, Madrid, Managua, Paris, New York y finalmente México que será con el tiempo su segunda patria. En forma permanente denunciará las terribles violaciones a los derechos humanos por parte de la dictadura cívico-militar que rige en Argentina. La maldad intrínseca de estos, le llega de la peor forma al ser secuestrado y asesinado su hijo Marcelo Ariel –militante de la Unión de Estudiantes Secundarios- cuyos restos aparecen luego, adentro de un cilindro metálico ó tambor, rellenado con cemento y arrojado al río. La esposa de su hijo –militante de Juventud Peronista- de nombre María Claudia García Irureta Goyena, embarazada de 7 meses, también es secuestrada por estos defensores de la “civilización occidental y cristiana”, que la trasladan al Uruguay y que la asesinan luego de su parto y el robo de la niña gestada (de nombre María Macarena, recuperada por su abuelo Juan Gelman con posterioridad). En 1978, Juan Gelman, poniendo de manifiesto una valentía y arrojo no exento de temeridad, vuelve clandestino a la Argentina, con motivo del Mundial de Fútbol que se desarrolla en nuestro país, con el único fin de brindar entrevistas ocultas a medios periodísticos extranjeros, poniendo de manifiesto, paralelamente, las atrocidades cometidas por los dictadores y la inquebrantable fe de su organización de seguir luchando junto al pueblo hasta que aquellos energúmenos se vayan. No fue la primera vez que Gelman volvió clandestino a la patria, ya lo había hecho cumpliendo directivas de Montoneros, con anterioridad, en octubre de 1976. Como bien dice el periodista Marcelo Larraquy, “su presencia era muy valorada por la Conducción. Gelman era el ‘canciller’. El poeta-periodista que, como miembro de la Secretaria de Relaciones Exteriores del Movimiento Peronista Montonero -MPM- abría la puerta a entrevistas con dirigentes de la socialdemocracia europea, como el alemán Willy Brandt, François Mitterrand, o el premier sueco Olof Palme, a quienes Montoneros trasladaba las denuncias contra la dictadura argentina”. Sin embargo la relación política adentro de esa organización político-militar llegó a su fin en 1979 cuando conjuntamente con otros compañeros –entre ellos Rodolfo Galimberti- rompe con la conducción nacional (en desacuerdo con una vena militarista evidenciada en la contraofensiva y que consideran nefasta) para formar parte de una disidencia de efímera existencia conocida como “peronistas montoneros” y/o “montoneros auténticos”. Gelman y otros rupturistas son acusados de traición y condenados a muerte por la “orga” primigenia. Pero la sangre no llegará al río y ninguno de estos compañeros, pese a que hubo más de una oportunidad para efectivizar la medida, fueron pasados por las armas. Las reflexiones sobre aquel período pueden encontrarse en el libro “Conversaciones con Juan Gelman. Contraderrota. Montoneros y la revolución perdida”, un largo reportaje que le hace aún en el exilio el periodista Roberto Mero y que se edita por Contrapunto en diciembre de 1987. Como se sabe en 1983, la democracia volvió al país, pero Gelman se vio imposibilitado de volver, ya que tenía orden de captura, debido a una serie de causas judiciales abiertas en su contra por ser integrante de Montoneros. Recién en junio de 1988 pudo regresar a la patria luego de años de proscripción y persecución judicial a cargo, entre otros, del juez Miguel Pons, implacable en su misión de encarcelar a gente ligada al peronismo revolucionario que volvía del exilio. Sin embargo, Gelmán decidió volverse a México, a vivir con su mujer Mara Lamadrid que lo acompañaría fielmente hasta el fin de su existencia. El 8 de octubre de 1989 recibió un indulto presidencial por parte de Carlos Menen junto a otros 64 ex integrantes de organizaciones guerrilleras y militares acusados de graves violaciones a los DD.HH. La equiparación que se hizo de ambos grupos, cristalizando así, la “Teoría de los dos Demonios” inventada por el gobierno alfonsinista años antes, lo llevó a impugnar la medida que lo favorecía y a protestar públicamente contra ella a través de una nota publicada en el diario “Página 12” en el cual además colaboraba como periodista. Con motivo de un cáncer de pulmón que le detectaron sorpresivamente, dejó de existir en ciudad de México a la edad de 83 años, el 14 de enero de 2014. Antes, en vida, se ganó todos los premios literarios más importantes de nuestro idioma, inclusive el “Cervantes” en el 2007 y escribió alrededor de 30 libros. Cierro esta reseña con una nota de color que puede ser insignificante para el potencial lector pero que para mí es muy importante. Ya trabajando en la Biblioteca Nacional de la República Argentina, a mediados de los ’90, tuve oportunidad de tener un breve encuentro con Juan Gelman en el comedor de los trabajadores de ese organismo nacional; allí habíamos pactado encontrarnos ya que yo tenía una serie de recortes periodísticos aparecidos oportunamente en revistas de actualidad de los ´60 donde hacían mención y comentaban su obra poética y la edición de libros de su autoría. Serían uno quince o veinte artículos. Imaginé con razón que él nos los habría conservado teniendo en cuenta sus mudanzas, persecuciones y el exilio padecido. Imaginé bien. Y aún recuerdo su agradecimiento emocionado por recibir esos papeles que hablaban de su vida, de su obra y que ya creía irrecuperables. No recuerdo que palabras me dijo, pero si tengo indeleblemente fijada en mi mente pese al tiempo transcurrido su mirada emocionada sobre la mía.