Con él, nos educamos en Capital Federal, en el mismo Colegio del Salvador de los curas jesuitas y era apenas un par de años menor que yo. A Julito (así lo llamábamos todos lo que lo queríamos), su amor por el prójimo, la caridad cristiana y el respeto por el humilde y el necesitado lo depositó en las playas del peronismo revolucionario. Situación paradojal y que él manejó perfectamente si se tiene en cuenta que un tío suyo –Manuel Gómez Carrillo (h). Profesor adjunto en la Facultad de Derecho de la UBA- había sido el creador de la música de la “Marcha de la Libertad” el himno de los gorilas de la autodenominada “Revolución Libertadora”, levantados en armas contra el gobierno constitucional de Perón en 1955. Julito en los ’70, militó en la Unidad Básica “17 de Octubre” del barrio de Palermo como integrante de Juventud Peronista y Montoneros. Precisamente en el año 2013 antes de su muerte fue uno de los adalides del homenaje que se hizo en el barrio, a sus compañeros secuestrados, desaparecidos y asesinados por la violencia oligárquica, poniéndose una placa en el lugar. Siempre en los ’70, su trabajo en el gremio de Judiciales lo llevó a sumarse a la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Una cruel enfermedad se lo llevó el sábado 14 de septiembre de 2013, cuando estábamos pensando en organizar un nuevo homenaje, ahora a los ex alumnos del Colegio del Salvador que perdieron la vida en forma violenta durante el último gobierno de facto que padecimos los argentinos. Quien reflejó muy bien lo que era Julio Gómez Carrillo para todos los que tuvimos la inmensa suerte de conocerlo fue la revista “La Oveja Negra” que escribió lo siguiente luego de su deceso: “Si ya de joven sostenía un inmenso compromiso militante con alta vocación de servicio, esa juventud y ese compromiso se consolidó hasta transformarlo en su forma de vida. Formador de formadores, para usar algunas de sus palabras, Julito fue un hombre muy tenaz en llevar adelante las tareas cotidianas de formación política, en que la militancia muchas veces resulta poco adepta. En los años ’90, década signada por la despolitización entre otras cosas hostiles para nuestro pueblo, fue uno de los impulsores constantes en promover la discusión y la construcción de herramientas para ello, en el seno del movimiento obrero que resistía las políticas de precarización y flexibilización laboral. Un compañero absolutamente generoso. En esa misma década infame se vinculó con cuanto espacio juvenil deseoso de participación política se le cruzaba, o más aún, salía él a su encuentro. Y nunca con actitud de ponerse en ‘jefe’, algo poco frecuente para entonces en compañeros que provenían de la experiencia setentista (…) Julito fue un militante de los necesarios, bañado de su identidad peronista, de esencia solidaria proveniente así mismo de su religiosidad popular, de plena conciencia de trabajador, desde la cual se paraba para relacionarse con los otros (…) Nos dejó una muy buena persona cargada de afecto para entregar cariño y siempre dispuesta a alentar a los demás”. Al momento de fallecer ocupaba el cargo de Secretario de Cultura y Capacitación en el sindicato la Unión de Empleados Judiciales de la Nación (UEJN).