Su paso por el colegio de monjas de la Misericordia le dio una impronta definida: espíritu alegre y servicio incondicional al prójimo. Hija de una familia media, acomodada, comenzó a estudiar Derecho en la Facultad de La Plata. Su novio de entonces, Eduardo Martini inscripto en la misma Universidad, era un probado militante de la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN). Liliana terminó su carrera con uno de los mejores promedios y se dedicó de lleno a militar en el Frente de Profesionales Peronistas para la Liberación y en una Unidad Básica de la Tendencia Revolucionaria del Peronismo en la barriada de Gorina, extramuros de La Plata. Se sumó a las filas montoneras. Tejió pulóveres para los chicos e inclusive dio un curso de tejido para las amas de casa, a las cuales protegió y organizó. Se ganó el cariño de todas. Pasó a ser “La Turca”. En enero de 1976 se casó con Eduardo solo por Iglesia sin civil, pero las cosas no fueron como ella soñaba y la relación se deterioró hasta que terminaron separándose. Al tiempo, Liliana empezó a salir con otro oficial montonero, que estaba perdidamente enamorada de ella: “El Loco” Rolando Hugo Jeckel (ver su registro) y fue muy feliz con él. Liliana se proletarizó por un tiempo y se fue a trabajar a una fábrica textil por la zona de la rotonda de Alpargatas: tuvo que mimetizarse en el lugar y dejar de lado su “target” de chica bien, abogada brillante y bilingüe. Después de un período no muy largo, la “orga” la necesitó para otros menesteres, por lo que dejó la tarea fabril y volvió a vestirse con los trajecitos tailleur y tacos altos: ahora era correo de los compañeros y llevaba y traía dinero y material en su maletín. Más de una vez estuvo en situaciones difíciles donde su vida pendía de un hilo. Por esa razón lo agarró a su primo –también militante- y le dijo que, si le pasaba algo grave, él debía decirle a su padres y a su hermana que “A mí lo que más me mueve son los chicos con hambre, las familias sin laburo, viviendo en casitas de cartón. Decíles que luchamos por un socialismo cristiano, con igualdad para todos, y por favor, acordáte de decirles que sigo siendo profundamente cristiana y que hago esto porque es lo que elegí para mi vida, mi razón de ser y de existir. Nadie me llevó engañada a ningún lugar y soy perfectamente consciente de que puedo perder la vida. Pero para mí la vida no tendría sentido sin esta lucha, la lucha que es de todos. Dios es testigo de que esa es mi convicción, y que esta es la lucha que elijo”. Al tiempo cayó Rolando y ella igual siguió militando y preocupándose por saber algo sobre su amado. Negó toda posibilidad de irse al exterior: su puesto de lucha seguía en Argentina. El 15 de abril de 1977 fue secuestrada-desaparecida por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, en su departamento de la calle Independencia entre Pueyrredón y Dean Funes, de esta Capital. Cuentan que en cautiverio se reencontró con Rolando y en un descuido de sus captores pudieron abrazarse y besarse; luego los mataron juntos.