Roberto
Baschetti

González, Oscar Alberto

“Chiche”. Nació un 4 de enero de 1956 en Capital Federal. Militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), referente y responsable de dicho brazo estudiantil de Montoneros en el Colegio Nacional Nº 2 “Domingo Faustino Sarmiento” –barrio de la Recoleta- en los tres turnos. A su cargo estuvo el operativo que terminó con la explosión en el despacho del rector del colegio un nefasto personaje “de apellido Quadri, un pobre tipo de cara de alcornoque y traje gris, siempre planchado y lustroso, que había cometido la estupidez de delatar a algunos compañeros”, puede leerse en el atrapante libro “Pibes. Memorias de la militancia estudiantil de los años 70” de Hernán López Echagüe. También Oscar Alberto González, como Juventud Peronista, hizo trabajo territorial en el barrio de Colegiales. “Chiche” fue secuestrado-desaparecido el 10 de agosto de 1977 a la edad de 21 años. Fue en la intersección de las avenidas Olazábal y Triunvirato del barrio porteño de Villa Urquiza. Fue visto en el CCD Club Atlético antes de su asesinato. El mismo López Echagüe en el libro antes citado profundiza sobre la personalidad de Oscar Alberto González: “Ahí llega Chiche con la carpeta negra de colegial, apretada por un elástico negro de media de bataclana y un libro de Astolfi bajo el brazo derecho, pasos cortos, apurados, el cuerpo fruncido, la mirada puesta en la punta de sus zapatos. Esbozo de sonrisa, sus sonrisas parpadeo. Con la punta de los dedos de la mano derecha se aparta el flequillo de la frente y resopla. Con aire de conspirador republicano echa un vistazo de reojo a las mesas vecinas. Todos sus movimientos son mecánicos. Chiche es una máquina, una turbulenta y arrolladora máquina de militancia. Todo lo que no guarde relación con la abnegación, el ahogo y el esfuerzo, le suena a flaqueza moral o vicio burgués. Un soberbio enfermo de la entrega. Un café de más, una gaseosa cuando la sed no está a punto de matarse, unos fideos pesto y tuco en Pippo si todavía te queda resto para caminar diez cuadras. El consumo, un pecado. El consumo de cualquier cosa que él considera superflua. Un helado en cucurucho, porque bien que uno puede darse por satisfecho con un vasito pasta blanda de dos pesos. Chiche era el ejemplar más cercano al tipo nuevo. A su lado nos sentíamos el desván de la cobardía y de la flojedad (…) Chiche tenía el don de la franqueza, si es que eso puede tenerse por un don. Estaba loco, loco de locura militante, loco de vencer o morir. Loco de lealtad a todos sus compañeros y amigos. El más insoportable y maravilloso tipo que conocí. Te daba ganas de abrazarlo, de besarle ese pelo a lo (Carlitos) Balá y a los cinco minutos de matarlo. Una postal de lo que éramos nosotros”.