Nacido en Amancay (Salta) el 1º de agosto de 1946. Fue el menor de cuatro hermanos. Por motivos familiares quedó al cuidado de su abuela paterna Dominga que vivía en Jujuy y de sus tías Negrita y Yola, en un ambiente tradicional y religioso. Todos los años veraneaba en Humahuaca. En su niñez era famoso por sus habilidades en el zapateo. Empezó el primario en Salta en el colegio Santa Rosa para terminarlo en Jujuy donde fue abanderado y recibió del gobernador un premio al mejor alumno y al mejor compañero. Se fue a vivir a Córdoba para hacer su secundario. Cursó sus estudios en el Liceo Militar General Paz. Allí el cura Rojas fue gran amigo y consejero de González Paz. Luego se fue a vivir a Santa Fe para estudiar Ingeniería Química. Vivió en el Colegio Mayor Universitario, en la casa de la calle Rivadavia. En ese lugar para todos fue el “Negro”, ó “El Jujeño” y desplegaba sus habilidades de cantor y guitarrero en las peñas y bailes del estudiante… empezaba con el “payador perseguido” de Cafrune para seguir con Los Chalchaleros, Los Fronterizos, etc. Con más de la mitad de la carrera hecha, largó Ingeniería y empezó Enfermería y Filosofía. Enfermería porque pensaba que era algo concreto y necesario para el trabajo comunitario y Filosofía porque quería pensar por sí mismo y fundamentarse. Para ese entonces instalado en Alto Verde ya trabajaba en la farmacia del Hospital Iturraspe. Cristiano en la práctica y en los hechos, (no en la teoría solamente como muchos otros) ya en 1971 acercó su esfuerzo al trabajo del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM). En una opción tan sencilla como libre, decidió ser uno más de ese pueblo que defendía y por el cual actuaba, interrelacionando así promoción humana y comunitaria con peronismo. En 1972 fue detenido y recuperó su libertad con la amnistía presidencial del 25 de mayo de 1973. Nunca olvidaría a las comunidades aborígenes bailando “la Marchita” para festejar el triunfo electoral del Tío Cámpora. En 1974 se estableció en Salta, donde realizó tareas de captación y adoctrinamiento en barrios periféricos de la ciudad por medio de la Juventud Peronista, colaborando con el gobierno municipal del ingeniero Gerardo Bavío y con el provincial de Miguel Ragone. Eduardo González Paz era conocido como “Tomás” ó “Martín” en Montoneros, donde detentaba el grado de oficial mayor. Cuando intervienen la provincia, entra a trabajar en una tabacalera del interior; allí organiza a los trabajadores rurales en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Para aportar un peso más a la economía familiar instala una verdulería en un pueblo azucarero. Cuando se da el golpe del ’76, Eduardo sigue militando. Sus familiares de Bolivia podrían haberlo recibido; pero él no creía ético abandonar a los compañeros a su suerte. Cayó combatiendo el 20 de mayo de 1976 al resistir un allanamiento con otros compañeros en la casa de la calle Azcuénaga 1816 de la ciudad de Tucumán. Estaba casado con Nora Graciela Ángela Spagni, “China”, militante montonera y activista estudiantil con un gran predicamento en actividades de asistencia social entre los más necesitados. Nora cae detenida ese mismo día en el mismo lugar y un Consejo de Guerra dependiente del Comando de la Quinta Brigada de Infantería con asiento en Tucumán, la condena a 15 años de prisión. Del fruto de su amor con González Paz tuvieron dos hijos llamados Lucas y Paula. Precisamente Lucas, el 22 de agosto de 2005 dio a conocer un “Canto a su Padre” que una de sus partes dice: “Ahora te dejo descansar donde duermen los héroes, los próceres, los buenos y a la patria yo le exijo el honor y el respeto de tu muerte, porque yo Tata querido, yo no te olvido”. Los restos mortales de Eduardo González Paz nunca fueron recuperados por los deudos en una muestra más del salvajismo oligárquico desplegado por las fuerzas represivas. Anónimo compañero escribió al respecto: “Familia y amigos: pongamos simbólicamente sobre la tumba de Eduardo la bandera argentina y la bandera roja y negra del sueño emancipatorio. Pongamos el Himno Nacional y la canción del Hombre Nuevo, pongamos la Marcha de los Muchachos Peronistas. Pongamos unos cerros ‘para que el paisaje no sea tan aburrido’, como él decía y la costa del río para ‘ver el cielo y pensar viendo pasar los patos’. Pongamos su guitarra, un disco de Cafrune y otro de los Beatles. Pongamos todos los colores de Humahuaca. Pongamos una buena picada, anchi y una copa de vino. Necesitamos de ustedes para que algún día le demos lugar al ritual cristiano de sepultura y para que, en nosotros, descanse en paz”.