Una protesta en el ingenio azucarero tucumano de Bella Vista, el 12 de enero de 1967, derivó en una batalla campal, cuando la policía intento no dejar pasar a los manifestantes. Luego la lucha se hizo cuerpo a cuerpo y nadie aflojaba. Hilda Guerrero de Molina, trabajadora peronista, animaba a sus compañeros e incitaba a los hombres a avanzar, yendo ella misma adelante para dar el ejemplo. En un instante de la lucha, dos policías pretendieron quitarle una bandera argentina que portaba, pero Hilda, bajita y regordeta, peleó como pudo y logró retenerla y envolverla en su cuerpo y con el lienzo azul y blanco a cuestas, siguió para adelante. Los “changuitos” de 9 a 12 años cagaban a piedrazos con hondas a la policía que ya había perdido las posiciones y los estribos. La muchedumbre pudo así pasar y efectivizar la protesta. Luego ante un nuevo ataque policial que recibió refuerzos, se parapetó en las inmediaciones. Hilda Guerrero de Molina murió en los alrededores del sindicato de la Federación de Obreros y Trabajadores de la Industria del Azúcar (FOTIA) donde estaba refugiada con otros compañeros. Al sindicato llegaron fuerzas policiales que gasearon el interior de la sede gremial y tiraron tiros al aire para vencer la resistencia obrera. Hilda, sale del lugar protegiendo a sus dos hijos y atraviesa una empalizada con el fin de poner distancia con los atacantes y no ser detenida. Ella era además, una de las consuetudinarias organizadoras de las ollas populares existentes. Un oficial de la policía provincial que la siguió, (Gabriel Felipe Figueroa) sin más, apuntó a la humanidad de la mujer y abrió fuego. Cayó bañada en sangre con un orificio en la nuca. Esto despertó la justa ira popular que se hizo dueña del lugar por más de 10 horas ante la huida de los uniformados. Esa noche sus compañeros de trabajo y lucha la velaron en silencio. Era una nueva mártir de la causa nacional y popular en la Argentina. Por su parte, Lucía Mercado en enero de 2009, suma nueva información sobre esta compañera ejemplar: “Desde su juventud Hilda Guerrera de Molina integraba la Rama Femenina Peronista con Aidé de Aguilar, Doña Berta Argañaraz, Elena Orellana, Natalia Rearte, Fany Mercado, Virginia Chocobar y otras. Juntas fueron en tren a Buenos Aires, en 1949, al Primer Congreso Nacional de la Mujer que convocaba la compañera Evita. Como mártir de las luchas contra el cierre de los ingenios azucareros el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) –en los 70- pone su nombre a uno de los campamentos guerrilleros en los Montes de Santa Lucía. Su hijo Juan ‘Pichin’ Molina fue combatiente erpiano y hoy está desaparecido. Hilda tenía 36 años cuando la asesinaron. Su velatorio y cortejo fúnebre fue el más grande que hayamos visto, la llevamos a pulso, caminando 7 kilómetros hasta su última morada, el cementerio de Acheral”.