Roberto
Baschetti

Guía, Juan Carlos

“Tenía apenas trece años. Era por 1948. Y a los pocos días –las manitos percudidas por el roce del metal y el polvo del taller- ya decían enfáticamente: soy metalúrgico. Como si dijera soy tucumano, o soy argentino, con visible orgullo. Iba adentrándose en ese mundo nuevo y asimilaba precipitadamente sensaciones hasta entonces desconocidas: el día de pago, el primer accidente de trabajo, el sinsabor de una injusticia, el valor de la herramienta (ese torno nuevo, reluciente, exacto, omnipotente), la palabra alentadora del obrero curtido, las instituciones del trabajo (sindicato, asamblea, petitorio), las nuevas antinomias: salario-patrón, huelga-policía. Y el grito rebelde: ¡Perón, Perón! (…) Y Juan Carlos como tantos otros entendió que debía ser peronista (…) Ya era un obrero. Y comenzó a entrever que su condición le exigía deberes, deberes de solidaridad para con sus compañeros de trabajo, deberes en la lucha del conjunto de sus compañeros para mejorar las condiciones de vida, el deber de asumir responsabilidades. Por eso aceptó las primera obligaciones sindicales”. (“Disparen a la conciencia. Juan Carlos Guía un nuevo héroe del movimiento obrero clasista”. Marcos Castillo. BsAs. 1973. Perspectiva). J.C. Guía asume un cargo en la comisión directiva del sindicato de la UOM regional, que toma con toda responsabilidad, muy a pecho; lo que origina rápidamente enfrentamientos con la burocracia sindical. Las fuerzas son desparejas y debe irse del sindicato, pero no se va de la lucha, ya que se incorpora a la Agrupación “Felipe Vallese”, siendo uno de sus propulsores e inspiradores. A tal efecto, lucha por la reconquista de la organización gremial. Fábrica por fábrica, taller por taller, barrio por barrio, reúne a los obreros metalúrgicos organizando comisiones por empresa que permitan plantear las reivindicaciones inmediatas, prepararse para la lucha, recabar la solidaridad popular. El local de la calle Junín, donde está la UOM es ocupada por más de 600 obreros decididos a desalojar a la pandilla colaboracionista de los corruptos Robles (que no era obrero metalúrgico desde 1959), Paz y compañía; representantes éstos, de la Secretaría de Trabajo de Lanusse, de la CGT de Rucci o de la patronal; pero nunca de los trabajadores. Desalojados estos zánganos, Juan Carlos Guía es designado secretario general del gremio. Hay que restablecer la línea clasista y combativa del sindicato. Se exige aumento de salarios, la inmediata convocatoria a paritarias, la derogación de toda legislación represiva, la libertad de los presos políticos y gremiales. El sábado 26 de agosto de 1972 el compañero Guía es baleado por un matón sindical enviado por Robles, en el mismo local gremial. La bala penetró por la espalda, le perforó el pulmón derecho y le interesó una vena toráxica. Dejó de existir a las 19,20 hs. del viernes 1º de septiembre de 1972. Contaba con 37 años de edad. Lo lloran una esposa y 4 hijos. El multitudinario cortejo popular que lo acompaña hasta su última morada hace un alto frente a la Parroquia de San Pío X, en el corazón de la barriada obrera y allí dos Sacerdotes del Tercer Mundo concelebran una misa que “ofrecía el homenaje de los cristianos, a quien había caído en lucha por sus hermanos, sin egoísmos, por una sociedad mejor, donde no impere el hambre, la miseria, la desocupación”.